Dana se despertó cuando el cielo comenzaba a ser menos oscuro y lo veía por la... pues por todos lados. La cama caliente y acogedora le daba una sensación de seguridad, hasta que alargó la mano y se dio cuenta de que Loan no está allí. Se sentó de golpe solo para ver que él estaba parado junto a su cama con una bandeja en la mano. Un café recién hecho, tostadas y algunos bocadillos.
—Mmmm... este es un "buenos días" excelente —sonrió mientras Loan se sentaba a su lado y comían juntos.
—Bueno, técnicamente falta una hora para que sea de día, pero necesitas reponer muchas, muchas energías. ¿Cómo te sientes? —preguntó él con una sonrisa.
Danna echó la cabeza hacia atrás y respiró profundo, abriendo los brazos.
—Estoy feliz. Me duele todo, pero siento que eso también es excelente. —Tomó su taza de café y le dio un sorbo—. Está muy rico, gracias.
La nieve empezaba a caer alrededor de ellos y se veía como algo mágico. Danna abrió mucho los ojos y corrió hacia la pared de cristal, siguiendo con el dedo los copos que se resbalaban por el vidrio.
—¡Dios, es tan hermoso! Me encanta estar aquí contigo —dijo Dana—. Es tan bonito, siento como si la vida volviera a ser perfecta solo por el hecho de que estamos juntos.
Loan la miró con ternura y la abrazó por la espalda.
—Todo será perfecto otra vez, nena. Todo esto está aquí para ti... —Le dio la vuelta y la miró a los ojos—. Solo hay una cosa más, Danna, una cosa más que necesito para ser completamente feliz... y es que vuelvas a patinar.
Dana tragó saliva y bajó la mirada.
—Loan... de verdad no quiero volver —murmuró y él respiró hondo.
—Sé por qué no quieres —le dijo—. Hablé con Ted cuando decidiste dejar de patinar, me dijo que estabas nerviosa por tener que usar el arnés —le dijo.
Danna cerró los ojos.
—Estuve días colgando de uno, Loan...
—Así ya no le tendrás miedo. Podrías volver a ser una gran patinadora, Danna, podrías ser campeona olímpica si quisieras.
Dana se quedó mirándolo unos segundos antes de negar. Tomó su mano y lo arrastró hacia la cama.
—Eso es increíble, Loan, de verdad. Pero el arnés no es el único motivo por el que no quiero patinar —le dijo con un suspiro—. Escucha, toda mi vida giró alrededor de una pista de hielo. Crecí para ser patinadora, y jamás hice nada más. Sí, quizás me alejé de eso por los motivos equivocados, pero ahora tengo los correctos para no volver.
Loan apretó su mano intentando comprenderla, así que ella no se detuvo.
—Lo siento, creo que llegué a ti con una falta de vivencias horrible —murmuró Danna—. Hay cientos de cosas que no he hecho y quiero hacer. Quiero viajar, quiero ir a una playa que sea calentita y aprender a surfear. Quiero... quiero ir al teatro, y lanzarme de un puente... ¡ya sabes, con la cuerda esa! —Loan asintió con una sonrisa—. Y quiero ir a un parque de diversiones, y quiero salir a bailar hasta tarde. Quiero tener amigas con las que hablar sobre difícil que es ser mamá, y tener tiempo para ellas, y para Mauro y para ti... ¡Y quiero ser mamá otra vez!, pero esta vez que sea bonito ¿sabes? —Loan sintió las lágrimas subiendo a sus ojos y el nudo en la garganta—. Quiero todo eso, quiero hacer todas las cosas que no hice antes, y ya no quiero la presión del patinaje o las competencias o los entrenamientos sobre mí.
Loan sonrió despacio y asintió. Creía que el patinaje la hacía feliz. Pero si lo que la hacía feliz era experimentar, entonces él haría que Danna conociera el mundo y mucho más. Ya había cometido el error de no escucharla una vez, y jamás volvería a repetirlo.
—Haremos todo eso —le aseguró besando sus manos—. Haremos todo lo que quieras, pelirroja, y la próxima vez que vayamos a un rink será solo para ir a animar a Ted. ¿De acuerdo?
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Os comentários dos leitores sobre o romance: UN BEBÉ PARA NAVIDAD
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