—¿Mañana tampoco hay trabajo? —preguntó Noemi con curiosidad a Danna esa tarde.
—¿Tú no deberías estar de vuelta en Zúrich? —preguntó la muchacha con curiosidad.
—Chiara está pasando por una pequeña crisis con Jhon, y prefiero no estar en medio de eso. Así que aquí estoy, inútil y aburrida, esperando que alguien le dé un propósito a mi vida.
—Bueno... mañana llegan los camiones de reabastecimiento —dijo Danna como al descuido—. Sí hay que ir y organizar el almacén. Yo de verdad no quisiera porque... ¡imagínate, Levi tiene que hacer todo eso y descargar los camiones y... bueno... ya sabes... suda, se quita la camiseta...! ¡Y tu hermano es tan celoso!
—¡Muy muy posesivo! —aseguró Noémi con un gesto de afirmación—. ¡Celosísimo!
—Exacto, entonces tengo miedo de tener un problema con él por eso...
—Entonces no deberías ir. Loan y tú se están entendiendo por fin. ¡Bajo ningún concepto puedes poner en peligro su relación! ¡Es más! ¡Yo me sacrifico! ¡Si hay que ver a tu jefe medio encuerado yo hago el esfuerzo y te cubro mañana!
Danna apretó los labios porque ya se había enterado del numerito que había montado su cuñada en la tienda, pero se cuidó de decirlo.
—Noémi, de verdad no sé cómo pagarte... ¿Puedes hacer eso por mí?
—¡Pero por supuesto! —exclamó su cuñada—. ¡Lo que sea para que por fin mi hermano y tú estén bien y felices!
Danna tomó su mano y la apretó.
—Dile a Levi que estoy resfriada y así no se molestará, ¿de acuerdo? —le dijo Danna—. Y... bueno, ten cuidado. He escuchado decir que desde que se quedó viudo no tiene... mujer, ya sabes... y bueno... no sea que se te lance encima. Llévate un espray de pimienta por si acaso.
Cuando Danna entró Loan no vio ni un solo cambio en su expresión. Cuando la acostó en aquella cama debajo del cielo, solo sonrió y se acurrucó junto a él hasta que sus ojos se cerraron. Y cuando volvió a abrirlos ni siquiera pudo hablar.
Estaba en una cama, sobre ella podía ver las estrellas en una madrugada pintada de azul oscuro. El techo era de cristal, las paredes a su alrededor eran de cristal. Miró abajo y a través del suelo vio dos pisos más abajo y ahogó un grito que despertó a Loan.
—Hola, pelirroja —sonrió él mientras la sentía abrazarse a su pecho.
—Todavía estoy soñando ¿verdad? —murmuró Danna asustada, pero Loan Acarició su mejilla haciéndola mirarlo.
—No, nena. La doctora me dijo que a lo mejor si tenías una casa sin paredes dejarías de caminar dormida... y si hay cualquier posibilidad de que mejores, entonces la voy a tomar.
Danna se sentó en aquella cama con los brazos de Loan en torno a ella y miró alrededor. Literalmente le había construido una casa de cristal, solo que esta vez, no era una jaula.
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Os comentários dos leitores sobre o romance: UN BEBÉ PARA NAVIDAD
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