Danna estaba nerviosa. Ni siquiera podía estarse quieta, golpeaba el suelo con el pie y se mordía agresivamente las uñas. Habían pasado horas desde que se había hecho la prueba pero sentía que apenas podía esperar al día siguiente. Empezaba a sentir que el mundo giraba cada vez más rápido, como si el universo se cerrara sobre ella y no pudiera escapar.
—Nena... nena ¿qué te pasa? —Loan la había estado observando de cerca.
Se había dado cuenta de su comportamiento, de lo callada y distraída que había estado toda la tarde. Había notado la preocupación en sus ojos, el miedo que la consumía lentamente a cada segundo que pasaba. Sabía que algo iba mal.
—¿Danna? ¿Qué te pasa? —le preguntó con voz preocupada.
Ella lo miró con ojos temerosos y ansiosos. Quería decirle la verdad, pero no se atrevía a pronunciar las palabras. Forzó una sonrisa y negó con la cabeza.
—No es nada —dijo—. Estoy bien.
—¿Sabes que no puedo ayudarte si no me cuentas las cosas, verdad? —dijo besando sus manos. Por favor dime. Dime qué está pasando.
—Yo... te lo diré mañana —murmuró ella.
Loan no estaba convencido, pero no la presionó más. Simplemente asintió y se sentó a su lado, sin decir una palabra. Sólo quería que supiera que estaba para ella, que si necesitaba hablar, él estaba dispuesto a escucharla.
—Está bien, mañana me contarás —consintió pasando un brazo sobre sus hombros.
Esa noche, Danna volvió a caminar dormida. Ya era casi una costumbre, así que Loan la siguió. Estaban lo suficientemente lejos de la casa cuando la escuchó quejarse. Pensó que podía haberse lastimado con una piedra o algo, pero esta vez ella no se detuvo, solo siguió andando hasta que se apoyó en un árbol.
Se quejaba bajito y Loan no quiso esperar más.
—Pelirroja, oye... ¡oye! —la sacudió suavemente, despertándola.
Danna levantó la cabeza asustada y sus ojos se clavaron en él.
—Loan...
—Ya, nena, ya... yo estoy aquí, estoy aquí... —murmuró abrazándola—. ¿Qué pasa? Solo dime qué te pasa —le preguntó con voz preocupada.
Ella lo miró y suspiró. No podía mantenerlo en secreto porque realmente no sabía si era capaz de mantener secretos mientras dormía, y ya no quería que hubiera más obstáculos entre ellos dos.
Loan la puso despacio en el suelo frente al lavabo y fue a encender la luz.
—Ya tampoco hacen falta los resultados de la prueba de embarazo —murmuró y cuando Loan se giró hacia ella entendió por qué lo decía.
—Estás sangrando —murmuró.
—¡Gracias a Dios! —sollozó Danna cubriéndose el rostro y él solo fue a abrazarla.
La desnudó despacio y se quitó la ropa antes de meterla en el baño. Se metió tras ella y abrió la llave de la ducha sobre los dos. Danna intentaba llorar bajito, pero eso a él no le importaba.
—Por favor, dime que solo lloras porque el periodo te produjo mucho alivio —le suplicó y la sintió hacer un gesto de afirmación contra su pecho—. Entonces todo está bien. ¡Que viva el castigo del mes!
Danna rio en medio de su llanto y Loan la metió debajo del agua caliente para que se calmara. No supo cuánto tiempo estuvieron allí, pero cuando ella suspiró con cansancio y salieron de allí, Loan estaba seguro de que por fin una oscura etapa de su vida quedaba tras ellos y podrían comenzar a sanar.
La acurrucó con la cama y durante los días siguientes no la dejó hacer nada más que disfrutar tranquilamente de sus cólicos, ver películas y tomar helado. Mientras, él por fin recibía lo que había encargado y sonrió pensando en la sorpresa que le daría a Danna la próxima vez que saliera a caminar dormida.
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Os comentários dos leitores sobre o romance: UN BEBÉ PARA NAVIDAD
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