Sergio suspiró y dijo: —Al final, esto saldrá a la luz, Fernanda. Tarde o temprano, ellos lo sabrán.
El rostro de Fernanda se ensombreció ligeramente. Su voz, distinta a la habitual, carecía de vitalidad y estaba impregnada de tristeza: —Sergio, tengo miedo... ¿Mejor dejémoslo así?
—No. —La voz de Sergio fue firme, sin dejar espacio alguno a dudas.— Fernanda, ¿puedes confiar en mí? Yo me encargaré de resolver esto.
El rostro de Fernanda mostraba una profunda tristeza teñida de desolación: —¿Cómo lo vas a resolver? ¿Acaso piensas que se divorcien para que podamos estar juntos?
Sergio se enfadó y guardó silencio.
A Luisa le dolía la cabeza de escuchar todo aquello.
Suspiró y dijo con resignación: —Guardaré el secreto por ustedes, pero cuanto antes resuelvan esto, mejor. Hoy fui yo quien los descubrió y no pasó nada. Pero si llegan a verlos esos chismosos que adoran inventar rumores y hablar por hablar, les toman unas fotos y se las venden a algún periodista, mañana estarán en la portada de todos los periódicos.
Luisa miró con seriedad a Fernanda con seriedad y dijo con sinceridad: —Fernanda, Sergio tiene razón. Esto terminará al fin y al cabo terminará por descubrirse. Tarde o temprano, lo sabrán. En lugar de que se enteren por terceros, mejor que ustedes se lo digan directamente.
Fernanda bajó la mirada al suelo y no dijo nada.
Sergio extendió cariñoso el brazo y la atrajo hacia su pecho: —Fernanda, estoy contigo. No tengas miedo.
...
Al salir del restaurante, Luisa condujo de regreso a la casa de los González.
Mañana era domingo y no tendría trabajo, así que quería regresar a pasar tiempo con Violeta.
Mientras esperaba el semáforo, de pronto la pantalla del celular se encendió.
Había un nuevo mensaje de WhatsApp.
Luisa enseguida lo abrió y echó un vistazo.
Francisco: [¿Ya llegaste a casa?]
Luisa respondió al instante:
[Aún estoy en camino. ¿Por qué?]
Francisco respondió casi de inmediato:
La voz de Andrés se mantuvo severa: —Deja de decir estupideces.
—Vale, vale, te lo diré no te afanes. —Raúl cambió a un tono más serio.— Pero tienes que prepararte, para ti, no es una buena noticia.
Andrés guardó absoluto silencio.
Raúl dejó en ese momento de bromear y habló con cierto aire de seriedad: —Esta noche estaba cenando con unos clientes en un restaurante. Justo cuando salía del privado, vi de pronto a Luisa y a Francisco saliendo juntos de otro salón.
Andrés se puso aún más serio.
Raúl hizo una pausa antes de continuar: —También vi a Mario, su esposa e hijo, y a sus suegros. Ah, claro, los suegros de Mario son los abuelos maternos de Francisco, ¿lo sabías? Los padres de Francisco llevan años viviendo en Ríoalegre. En el país, su familia se limita a sus abuelos maternos y su tía Berta. Berta, ¿te suena? Ella es la esposa de Mario.
—¿Cómo sabes tanto sobre la familia de Francisco?
Raúl sonrió algo pícaro: —¿Y cómo no? Todo esto lo averigüé solo por ti. Cuando Francisco la perseguía en la universidad, incluso fue a declararse en pleno campus de nuestra Universidad del Valle de la Esperanza, preciso delante de tus narices. ¿Cómo no iba a ayudarte a vigilarlo?
Andrés, tras escucharlo, le preguntó: —¿Y bien? ¿Qué quieres decir con todo esto? Ahh... dilo de una vez.
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