Raúl dijo con cierta compasión: —Andrés, al verlos así, me pareció que ella estaba conociendo a los padres, ¿no creen? Esto está avanzando demasiado rápido, ¿no rompieron ustedes en enero? Apenas han pasado tres meses desde la ruptura y Luisa ya está conociendo a la familia de Francisco...
Francisco aún no había terminado de hablar cuando Andrés ya no pudo seguir escuchando y colgó furioso.
El hombre se quedó de pie frente al ventanal de la villa, con el ceño fruncido; sus facciones frías mostraban una profunda melancolía.
No esto no puede ser.
No podía seguir así.
Tenía que recuperar a Luisita.
...
Cuando Luisa llegó a la casa de los González, las luces del salón en la planta baja estaban encendidas.
Miguel estaba sentado en el sofá viendo las noticias económicas.
Al verla regresar, su mirada se suavizó un poco. —Qué bueno ya volviste.
—Ok. —Luisa se acercó y se sentó en otro sofá.—Vine a ver a Violeta. ¿Ya se durmió?
—Recién se durmió. —Respondió Miguel.—¿Ya comiste?
Luisa contestó. —Sí, ya comí.
—¿Y cómo ha estado Violeta últimamente? —preguntó Luisa.
—Mucho mejor.
—Qué bien. —dijo Luisa.—Mañana no tengo compromisos, así que vendré a acompañarla un rato.
Miguel la miró con gratitud. —Bien gracias.
—Luisita, has pasado por muchas cosas últimamente. En los ojos de Miguel se reflejaba un profundo dolor. —En Solévia...
Parecía que le costaba decirlo; hizo una pausa antes de continuar: —Cuando te secuestraron y te llevaron a Solévia, ¿te hicieron algo?
Hacía mucho tiempo que padre e hija no se sentaban a conversar tranquilamente. Después de todo lo que habían pasado, ya no existía esa sensación constante de conflicto cada vez que Luisa y Miguel hablaban.
Luisa respondió: —Todo va bien.
Miguel se sintió realmente reconfortado; su mirada estaba llena de una profunda ternura. —Luisita ya ha crecido.
Luisa apretó los labios sin decir nada al respecto.
—¿Todavía rechazas la empresa de papá? —preguntó Miguel con suavidad.—Carla y yo pensamos en transferirte algunas acciones. Así no tendrías que asumir ningún riesgo de gestión ni responsabilidad en caso de problemas. Solo recibirías los dividendos y listo.
—Está bien.
Miguel se sorprendió levemente; no esperaba que Luisa aceptara tan fácil esta vez.
—Papá... —Luisa alzó la mirada hacia Miguel.—Antes era yo quien no lograba entender las cosas. Ahora solo quiero que nuestra familia viva en armonía.
—Bien, bien. —Los ojos de Miguel se llenaron de lágrimas. Murmuró: —Que vivamos en armonía como una verdadera familia.
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