El Secreto de Mi Prometido romance Capítulo 321

Doña Nuria se lo tomó en serio y sonrió complaciente de oreja a oreja. —Entonces queda dicho, ¿eh? Nos vemos la próxima vez. Nos vamos, ¡hasta luego!

Luisa sonrió y agitó la mano. —Hasta luego.

Esperó a que Francisco y los demás se alejaran lo suficiente antes de volverse hacia su buena amiga Fernanda, que estaba allí a su lado.

Cruzó tranquila los brazos y la miró con ojos escrutadores. —A ver, cuéntame, ¿qué pasa entre ustedes dos?

Fernanda pasó saliva, con el rostro encendido, mordiéndose los labios. —Luisita, yo...

—¿Es difícil de explicar, verdad? —Luisa giró la cabeza y lanzó una mirada cortante a Sergio.—Sergio, dilo tú.

—Luisita, no me mires así. —Dijo Sergio, tocándose nervioso la punta de la nariz.— Esa mirada tuya da miedo.

Luisa dijo: —Este no es lugar para hablar. Cambiemos de sitio.

Sergio respondió con una sonrisa algo incómoda: —Justo Fernanda y yo íbamos a cenar. Tenemos reservado un privado arriba, que dices ¿vienes con nosotros?

—Vale.

Luisa volvió a entrar al ascensor con Fernanda y Sergio.

Sus sentimientos eran algo complicados.

Conocía a Sergio desde hacía mucho tiempo.

Siempre lo había considerado como un hermano.

Luego, el padre de Sergio se casó con la madre de Fernanda, y Fernanda se convirtió en la hermanastra de Sergio.

Sergio, que al principio la rechazaba, terminó llevándola a todas partes. Ante los ojos de Luisa, no eran más que hermanos con una relación muy estrecha.

Jamás imaginó que un día ellos...

Pronto llegaron al privado.

Luisa hizo cara de pocos amigos.

Resultó ser un privado para parejas.

La decoración era preciosa.

Un florero con rosas decoraba la mesa, y sobre la superficie de cristal había pétalos de rosa esparcidos. Las velas parpadeaban con una luz tenue y cálida, rebosante por completo de romanticismo.

Sergio se rascó la cabeza, un poco incómodo. —Más o menos, pero Fernanda también siente algo por mí. ¡No fue que la obligué del todo!

Luisa volvió a mirar a Fernanda. —¿Eh dime?

—Sí así fue. —Respondió Fernanda con voz muy baja.

Luisa se llevó los dedos a las sienes, con gesto de frustración. —¿Cómo acabaron ustedes en estas? ¿No les preocupa que Orlando y Viviana se enteren?

Sergio respondió con un semblante serio: —Ellos aún no lo saben. Si pasa algo, yo me haré responsable.

—¿Tú te harás responsable? —Luisa estaba entre enfadada y angustiada.—¿Tú sabes que los rumores pueden destruir a una persona? ¿No es así? ¿Cómo piensas hacerte cargo de eso? La gente va a decir que Fernanda no tiene decoro, que sedujo a su propio hermano...

Llegado a ese punto tan crítico, Luisa ya no pudo seguir hablando.

Las cosas que podrían inventar serían mucho más crueles que lo que acababa de decir.

No quería ver a su mejor amiga convertirse en blanco fácil del desprecio general.

Sergio bajó la mirada, con un destello de dolor en los ojos. —Lo sé. No te preocupes Buscaré el momento adecuado para hablar seriamente con mi padre y con Viviana.

—¿Sergio? —Fernanda lo miró, alzando la cabeza incrédula.— ¿No habíamos quedado en que no le diríamos nada a Orlando ni a mi mamá?

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