A la abuela de Francisco, que era la madre de Berta y se encontraba sentada al lado, cada vez le agradaban más al verlos juntos.
Doña Nuria se inclinó un poco hacia Berta y le dijo en voz baja: —La abogada Luisa y Francisco hacen una pareja perfecta. ¿Tú sabes si la abogada Luisa tiene novio?
Berta sonrió complaciente y respondió: —Mamá, no te preocupes. Ya me he informado: la abogada Luisa está soltera.
Al oír esto, doña Nuria se echó a reír de feliz. —Eso está muy bien.
El abuelo de Francisco, don Rafael, tenía ochenta y tres años, pero seguía muy fuerte.
Don Rafael, lleno de vitalidad, le acercó cuidadoso el menú a Luisa y, con una sonrisa alegre, le dijo: —Abogada Luisa, pida lo que más le guste.
Como invitada, Luisa no se hizo de rogar. Tomó el menú con naturalidad y sonrió feliz: —Entonces, no voy a ser tímida.
El restaurante era de comida china. Luisa revisó con detenimiento el menú, tenía variedad de platos.
Eligió algunos que tenían un precio razonable y que eran ligeros y sabrosos, adecuados tanto para personas mayores como para niños.
Después de pedir, Luisa le devolvió el menú a don Rafael y, con cortesía, le dijo: —Abuelo, ya he terminado de pedir. Ahora es su turno.
Ese 'abuelo' llenó de alegría el desgastado corazón de don Rafael, quien miraba a Luisa como si fuera la esposa de su nieto.
—Eh, muy bien, muy bien. —Don Rafael tomó el menú, sonriendo de oreja a oreja.
Mario observaba todo en absoluto silencio, con una expresión tranquila, sin mostrar emoción alguna. Desde que le agradeció a Luisa al principio, no volvió a pronunciar una sola palabra.
Conocía muy bien a Andrés.
Su empresa tenía relaciones comerciales con el Grupo Martínez.
El año pasado, también asistió a la ceremonia de compromiso de Andrés.
La familia Martínez había invitado tanto a él como a Berta a la celebración, pero en ese entonces Berta estaba de viaje de negocios en Llanoazul y no pudo asistir a la ceremonia.
Por eso, ella no sabía que Luisa había sido la prometida de Andrés.
Cuando Mario vio a Luisa por primera vez, sintió una leve sorpresa.
Sin embargo, era una persona que nunca mostraba sus emociones, y aunque se sorprendió muchísimo, no lo dejó ver.
Podía notar con claridad que la familia Flores, especialmente Berta, quería emparejar a Francisco con Luisa.
Pero Luisa y Andrés...
Mario pensó por un momento que, después de la comida, tendría que buscar un espacio para explicarle con detenimiento a Berta la relación entre Luisa y Andrés.
Luisa salió del ascensor y saludó.
Su expresión era seria.
Sergio, por su parte, le dirigió a Francisco una mirada cargada de significado.
Sin pensarlo Luisa apartó a Fernanda hacia un lado y luego se volteó hacia Francisco para decirle: —Abogado Francisco, vayan ustedes primero. Quiero hablar un momento con mi amiga.
Francisco: —De acuerdo.
Berta, con una sonrisa radiante, dijo entusiasmada: —Entonces nos adelantamos, abogada Luisa. Ya nos veremos en otra ocasión. Aída, despídete de Luisa.
Aída, muy obediente, le dijo con voz suave y dulce a Luisa: —Adiós, Luisa.
Mario movió la cabeza hacia Luisa como gesto de despedida.
Los dos ancianos también se despidieron de ella.
Doña Nuria, sonriendo con amabilidad, dijo: —Luisita, tienes que venir a visitarnos algún día.
Luisa no quiso aguarle la fiesta a doña Nuria, así que respondió de igual manera: —Claro, la próxima vez seguro que sí.
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