El Secreto de Mi Prometido romance Capítulo 269

—¿Muda, eh? Entonces haré que grites.—dijo Daniel con una sonrisa.

Luisa temblaba de nervios, y con dificultad logró decir: —No... no...

—¿No?—La sonrisa de Daniel adquirió un matiz siniestro, casi indescriptible, que provocaba escalofríos.—Ya es muy tarde.

—Le dije a Andrés que viniera solo, que lo cambiaría por ti... pero jamás prometí no hacerte daño.

Daniel se detuvo frente a Luisa, mirándola desde lo alto con arrogancia, como si contemplara a una hormiga a la que podía aplastar a voluntad.

—Eres muy atractiva, eso no lo puede negar nadie. Lástima que ya estás gastada por Andrés. Y si hay algo que detesto, es comer sobras.—la humilló sin piedad.

Luisa bajó la mirada, intentando ocultar el odio y la rabia que ardían en sus ojos.

Daniel sonrió de nuevo y dijo: —Entonces será mejor que mis muchachos te disfruten un poco.

Apenas terminó la frase, una oleada de júbilo recorrió a su séquito. Sus rostros se iluminaron con emoción; uno tras otro, apenas podían contenerse.

Aquella mujer era hermosísima. Desde antes ya los había provocado con su presencia, aunque no se habían atrevido a demostrarlo. Pero ahora, al escuchar la aprobación del patrón, la observaban con miradas hambrientas, llenas de deseo, sin disimulo alguno.

Jaime estaba a un lado, con la cabeza agachada permanentemente, sin dirigir siquiera una mirada hacia ella.

Ese tipo de situaciones no le interesaban.

Sin embargo, al imaginar lo que esa mujer estaba por sufrir, una chispa de compasión, casi imperceptible, cruzó fugaz por sus ojos.

Daniel siempre había sabido tratar con delicadeza a las mujeres. Sus amantes estaban bien cuidadas y vivían como reinas.

Pero con Luisa, por ser la mujer de Andrés, Daniel había canalizado todo su odio.

—¿Y ustedes qué esperan? ¡Vamos!—Daniel levantó la barbilla en dirección a sus hombres, dándoles luz verde para avanzar y abusar de la chica.

El cuerpo de Jaime se tensó, y alzó la vista bruscamente.

Ese pequeño gesto no pasó desapercibido para Daniel.

Con una sonrisa burlona, lo miró y dijo: —¿Qué pasa? ¿También quieres tomar turno?

Antes de que Jaime pudiera responder, Daniel volvió a reír: —Esta mujer va a estar sucia en un segundo. Mejor luego te consigo una limpia.

Jaime bajó la cabeza.—Daniel, no era eso lo que quería decir.

Daniel se encogió de hombros, sonriendo con indiferencia y tono despreocupado: —Perfecto. Entonces graba un video para ellos. Me muero por ver la cara de Andrés cuando tenga en sus manos los vejámenes a los que someto a su mujer, ¡jajajajajaja...!

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