María lo hizo a propósito, con la clara intención de provocarle repulsión a Alicia.
Como resultado de esto, esa maldita de Alicia destruyó la habitación.
¡Incluso le cortó el vestido de novia!
Ahora María se arrepentía en el fondo de su corazón; si lo hubiera sabido, habría actuado con más cuidado.
Vicente se mostró algo resignado: —Alicita, tampoco debiste cortar de esa manera el vestido de novia. ¿Te dejaste atrapar con las manos en la masa?
Alicia se enojó: —¡Hago lo que me da la gana! Si te impacientas, ¡vete!
María rompió a llorar aún con más fuerza.
En ese momento, alguien entró de repente desde afuera: —Buenas noticias, ha llegado un vestido.
El personal de la tienda entró con un hermoso vestido de noche blanco y lo colocó directo en el centro de la sala.
María, al ver la marca, se alegró al instante: —Marco, sí que me conoces, pero este vestido tiene adornos negros, así no sirve.
Marco miró al empleado y dijo: —Por supuesto, yo me caso con un vestido blanco. Llévatelo y trae otro.
El empleado respondió: —Pero este no es un vestido de novia, es solo para asistir a la ceremonia.
Enseguida, María le dijo de forma muy seria: —¿Qué estás diciendo? ¡La que se casa soy yo! Debe haber un error.
—No, disculpe, ¿usted es la señorita Alicita?
María casi que se congeló, y miró a Marco con indignación: —¿Marco, encargaste un vestido para Alicia?
—¡Eso es imposible!
Marco ahora detestaba profundamente a Alicia, ¿cómo iba a pedirle un vestido y, además tan costoso como ese? ¡Esto era imposible!
Alicia miró hacia ellos: —Yo soy Alicia.
El empleado se acercó apresurado: —Señorita Alicita, buenos días. Este vestido ha sido preparado especialmente para usted, ¿le gusta?
Alicia lo miró de reojo: —Pero yo no encargué ningún vestido.
El empleado miró de reojo a Alicia.
Alicia respondió con frialdad: —No los conozco muy bien, la verdad.
Marco intervino enseguida: —Alicia, ¿cómo puedes ser tan cruel? ¡Fuiste tú quien arruinó el vestido de Mari y ahora tan descarada no quieres compensarlo!
—No voy a compensar nada, ¿y qué vas a hacer?
Alicia ya no tenía paciencia para rodeos; en definitiva, no iba a compensar nada.
Marco estaba tan enojado que casi se le torció la boca.
María estaba ansiosa, miró a Alicia y dijo: —¿Qué te parece si me das este vestido? Lo mando a ajustar un poco y me sirve.
Después de todo, en vez de usar un vestido de novia barato de un estudio fotográfico, prefería usar este de marca; esto era mucho más digno.
Alicia chirrió la lengua: —Pero tengo una condición: ve de inmediato a la puerta de la habitación de mis padres, arrodíllate y da tres golpes de cabeza.
¡La hija de sus enemigos debía arrodillarse!
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