Si eres hombre, asume toda la responsabilidad; echarle la culpa a una mujer no tiene sentido.
Después de beber un vaso de agua, Ana aún se sentía sedienta, así que se sirvió otro. Mirando a Pablo con una sonrisa radiante, dijo con calidez en su corazón, —Tienes razón en todo lo que dices. A tu corta edad, ya eres tan perspicaz. ¡Tienes un futuro brillante!
En su vida anterior, no es que nadie hablara mal de Carlos, pero ella pensaba que esas personas no lo conocían lo suficiente.
Sin embargo, ella fue engañada por Carlos durante más de siete años.
Pablo se quedó atónito. —¿De verdad?
—Es cierto que tienes un futuro brillante, y también es cierto que terminé con un patán. ¿Hay algo más que quieras preguntar? —dijo Ana sonriendo.
Originalmente, Pablo pensaba que tendría que dar un largo discurso lleno de citas y referencias para convencer a Ana de identificar a un patán y hacerle ver que él, como joven lobo fiel, era digno de confianza.
Pero resultó que Ana ya había reconocido la verdadera cara del patán por sí misma.
De repente, no sabía cómo promocionarse.
Rascándose la cabeza, dijo, —Me preocupo por nada, ¿verdad?
—Definitivamente no es que te preocupes por nada. Después de lo que dijiste, veo aún más claramente la verdadera cara del patán. No hay manera de que vuelva a creer en sus mentiras.
Ana se quitó el delantal y sacó un bolso del armario.
Los ojos de Pablo brillaban con el resplandor propio de la juventud. —¿De verdad? Eso está bien. Muchas chicas a mi alrededor, aunque les digas la verdad, no te escuchan.
—Quien está en la situación no lo ve tan claramente como los que están fuera, o tal vez esas personas son demasiado hábiles para disfrazarse. Ver la verdadera cara de un patán realmente requiere pagar un alto precio. —dijo Ana, con un destello de dolor en sus ojos.
Ese destello parecía contener muchas historias, y Pablo se quedó estupefacto.
Se llevó una mano al corazón, ¿por qué de repente sentía un poco de dolor?
—¿De verdad estás bien? —preguntó Pablo con cautela.
—Sí, estoy bien. Tengo que irme ahora. Tengo una cita con una amiga a las seis. —dijo Ana, mirando la hora.
Ahora, después de graduarse, regresar a comer allí evocaba recuerdos y nostalgia de sus días universitarios.
El sabor seguía siendo el mismo de siempre.
Apenas se sentaron, la dueña las reconoció.
—¿Ya se han graduado de la universidad?
—Sí, nos graduamos hace más de medio año. Hoy simplemente teníamos antojo de la Zarzuela de Mariscos de tu restaurante, así que manejamos una hora para venir a comer. —dijo Beatriz.
La dueña no pudo contener su sonrisa. —Nuestro restaurante va a cerrar. Pronto ya no podrán disfrutar de nuestra Zarzuela de Mariscos. Hoy les mandaré algunos platos adicionales para que coman hasta saciarse.
Ana se sorprendió. —¿Por qué ya no podremos comer aquí?
—Toda esta área será demolida. En unas dos semanas nos mudaremos. Al parecer, Grupo García compró el terreno. Hoy, parece que hay una figura importante revisando la zona. —dijo la dueña, señalando hacia la ventana, donde se veía a un grupo de personas.
Ana y Beatriz miraron hacia afuera y se sorprendieron al ver a Alejandro, rodeado por varias personas que conversaban con él con cuidado. Ana se quedó pasmada.
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