Al día siguiente.
De madrugada.
Un grito estremecedor despertó a toda la casa de los Castro.
Todos en la Casa de los Castro se alarmaron.
En especial Mercedes, quien no había dormido en toda la noche.
Había escuchado gritos casi toda la noche, lo que la dejó con una expresión de disgusto en el rostro.
Casi al amanecer, justo cuando los gritos finalizaron, ella pudo al final conciliar el sueño.
Sin embargo, mientras dormía profundamente, esos gritos la despertaron enseguida.
Mariana entró corriendo, algo asustada: —Señora Mercedes, ¡esas dos mujeres que usted trajo... subieron a la cama del señor Benito! Anoche, ¡las dos lo atendieron al señor Benito!
Mercedes palideció al escuchar todo esto: —¿Qué dijiste?
—¡No era de extrañar que haya sido una noche tan agitada!
Mariana también se golpeó las nalgas varias veces: —¡Nunca lo hubiera imaginado! El señor Benito estaba sorprendido y luego dijo que no se hiciera escándalo, que quería que estas dos mujeres fueran sus amantes.
—¿Se ha vuelto loco o qué? ¿Después de todos estos años sin buscar amantes, ahora quiere mantener amantes y que toda Ciudad A hable de cómo alguien de su edad sigue siendo tan indiscreto? —Mercedes aún estaba pensando cómo manejar a esas dos mujeres, las había comprado para arruinar a Bernardo, ¡y qué fatalidad! ¡terminaron fue seduciendo a Benito!
¡Esto era algo que no se podía tolerar!
Pero Benito, de repente, quería mantener a ambas mujeres.
Mariana dijo con seriedad: —Señora Mercedes, creo que esta vez el señor Benito ha decidido tomarlas como amantes. Ahora todo el mundo sabe sobre la condición actual de salud del señor Jaime y cómo el señor Bernardo no se ha estado mostrando en público en estos últimos años. Que el señor Benito busque amantes también se ve como un intento de tener hijos.
—¿Tener hijos? —Mercedes apretó los dientes.
Si esas dos mujeres llegaban a tener hijos de Benito, ella y su hijo Jaime nunca tendrían paz en casa de los Castro.
Los demás no comprendían a Benito, ¡pero ella sí!
Benito era en realidad una persona muy despiadada e indiferente.
Los seductores cuellos de las mujeres mostraban todo tipo de marcas.
Uno podía imaginar a simple vista cuán loca había sido su noche.
Mercedes estaba furiosa al ver esto.
—Ahora eres más considerada, hasta sabes cómo prepararme sorpresas. ¿No es así? Estoy muy satisfecho con ellas dos, y parecen ser muy buenas para tener hijos. —Dijo Benito, dándose cuenta tarde de que Mercedes había llegado.
Sus palabras eran un elogio para Mercedes, pues estaba en extremo complacido con las dos mujeres.
Las miradas entre los tres sujetos se cruzaron, llenando de un sabor metálico la boca de Mercedes.
¡Estaba a punto de enloquecer de rabia!
Las dos bellas mujeres intercambiaron miradas en secreto, sintiendo un intenso miedo, pero apresuradas llegaron a una conclusión.
Ser las mujeres del señor Bernardo no era tan bueno como ser las mujeres de Benito. Si en el futuro tenían hijos, podrían influenciar a Benito en varias cosas, sin necesidad de temerle a la señora Mercedes.
Además, la señora Mercedes no era precisamente una buena persona, ellas ya habían experimentado suficiente de todo eso.
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