Ana ya no se atreve siquiera a contestar sus llamadas. ¿Y ahora permite que el hombre que mantiene conteste por ella?
Aunque la voz al otro lado del teléfono no denotaba debilidad alguna.
Era una voz intimidante, y en el instante en que habló, hizo que su corazón también temblara.
—Habla, ¿qué piensas hacerle a Ana? —inquirió Alejandro con un tono aún más gélido.
Sergio frunció el ceño. El hombre era intimidante, poseía un indiscutible encanto para ganarse a las mujeres y, con arrogancia, proclamó: —Tengo cien maneras de hacer que finalmente se arrodille y nos suplique. Te sugiero que la dejes pronto. Cuando ya no tenga dinero para mantenerte, ¿no estarás con ella solo por eso, verdad? Déjala ya y pásale el teléfono para que hable conmigo.
Esos hombres que dependen de una mujer realmente tienen audacia.
—¿Y tú eres su qué? ¿Hermano? —preguntó Alejandro.
—¡Soy su tercer hermano! En casa me teme más y siempre me obedece, te lo digo, cuando está allí intentando ganarse mi favor, hace muchas cosas por iniciativa propia, pero, ¡nada de lo que haga me agrada! —aprovechó Sergio para desahogarse.
La situación familiar era caótica. ¿Por qué Ana no solo mantenía a un hombre, sino que también vivía tan cómodamente?
¡Ana no tenía ese derecho!
Antes cuidaba de su familia, pero ahora que enfrentan dificultades, ella se esconde.
Alejandro esperaba que el hombre le pasara el teléfono a Ana, pero inesperadamente colgó.
Al intentar llamar de nuevo, fue imposible comunicarse.
En la puerta del hospital, Alejandro llamó a Eduardo: —Averigua quién es el tercer hermano de Ana en la familia González.
Pocos minutos después, Eduardo devolvió la llamada.
La compañía de la familia González estaba a punto de quebrar, y ahora con este accidente, si supieran que la señorita Ana se casó con su jefe, quién sabe qué problemas podrían surgir en el futuro.
Sin embargo,
Otras familias podrían temer, pero su jefe no.
La gente de la familia González no veía la situación con claridad.
Alejandro levantó una ceja y, apoyado en la puerta, miraba hacia Ana en la habitación del hospital.
Ella debía estar al tanto de todo esto, pero no le había mencionado ni una palabra, ni había hablado sobre cómo la trataba la familia González. Si no hubiera sido por esa llamada reciente, él nunca habría podido imaginar lo que Ana enfrentaba dentro de su familia.
——
Comentários
Os comentários dos leitores sobre o romance: Mi Matrimonio Inmediato con un Magnate