Nuria llegó primero al Restaurante Cima de las Nubes.
Había poca gente en el restaurante.
Desde el piso veintitantos, se podía contemplar el panorama de la ciudad cercana.
Al ver llegar a Ana, Nuria le hizo señas para que se sentara.
—Señorita Ana, por favor tome asiento. Ya he ordenado algunos platos, puede mirar el menú y ver si desea algo más —dijo Nuria con una sonrisa elegante y serena.
Como buena presentadora, cada gesto suyo era refinado.
Nadie podría encontrarle un defecto.
—Gracias —respondió Ana, quien, sin tomar el menú, se sentó, bebió un poco de agua y esperó a que Nuria explicara el motivo de su cita de hoy.
Aquel día en el club, la iluminación era tenue y era de noche, lo que afectaba la percepción de la apariencia de una persona.
Hoy, al ver de nuevo a Ana, esta lucía más joven y radiante, como una estudiante universitaria recién ingresada.
Nuria revolvía su café con una mirada ligeramente sombría.
Viendo la paciencia de Ana, Nuria pensó para sí misma: no es de extrañar que a Alejandro le guste; a pesar de ser joven, no le faltan pensamientos.
Una chica sin antecedentes que voluntariamente se convierte en la amante de un hombre exitoso, ¿qué es lo que busca?
Nuria lo sabía muy bien.
Sacó un cheque de 150,000 dólares y lo puso frente a Ana.
Al ver el cheque, Ana se mostró un poco sorprendida.
Con tono indiferente, Ana respondió: —¿Qué relación tiene la señorita Nuria con el presidente García?
Después de dejar el club ese día, había reflexionado y pensó que quizás había malinterpretado algo antes. Alejandro no parecía tener ningún vínculo sentimental con Nuria.
Pero eso era solo su suposición.
Nuria frunció el ceño. —No necesitas saber qué relación tengo con el presidente García. Sé que estás con él por dinero. Toma el dinero, sigue mis instrucciones para dejarlo, y no te metas en lo que no te incumbe.
—Entonces no son novios, ¿correcto? —preguntó Ana, aún con voz tranquila.
Nuria se enfrió aún más. —He investigado sobre ti. Eres la hija desplazada de la familia González, pero no eres querida por ellos. La familia González probablemente no te daría dinero para que lo malgastaras, por eso te acercaste al presidente García. ¿Crees que una relación que depende de la apariencia física y que debe mantenerse en secreto puede durar mucho?
Ana, sin expresión alguna, contestó: —Señorita Nuria, parece que lo tiene todo muy claro.
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