A las cinco de la tarde, Alejandro llegó puntual para recoger a Ana.
Pronto llegaron a Casa García.
Cuando la abuela García supo que Ana había sido aceptada en el equipo de Don Fernando, no pudo contener su alegría y exclamó: —¡Anita, qué increíble eres! Ese Fernando es muy obstinado. No importa cuánto le supliquen, si él se decide, rechaza a todos. Incluso si alguien intenta usar conexiones para conseguir un lugar en su equipo solo por el prestigio, él se niega. ¡Mira nuestra Anita, todo gracias a su habilidad!
—Ale, mira qué impresionante es tu esposa.
Alejandro estaba bebiendo agua y, al escuchar a la abuela García, lanzó una mirada a Ana, quien se sonrojaba. —Realmente impresionante.
Ana se sorprendió, hoy él realmente siguió el elogio de su abuela hacia ella.
Antes, seguramente habría respondido con un “Hmm” o habría hecho como que no escuchó.
En verdad, un hombre enamorado es indulgente con todos.
Después de cenar con la abuela García y ver un episodio de una serie de televisión, la abuela les sugirió que volvieran a La Villa Estrella del Mar para disfrutar de una noche romántica.
Ana sabía que la abuela García quería emparejarla con Alejandro y deseaba que su relación mejorara.
Si hubiera sido antes, podría haber seguido el guion acordado sin remordimientos.
Pero ahora, sentía que estaba siendo muy injusta con Nuria.
De camino a La Villa Estrella del Mar, Ana le entregó a Alejandro un pendiente. —Este es de la Señorita Nuria, ¿verdad? Lo vi cuando bajamos del coche y no tuve tiempo de dártelo antes.
Al ver el pendiente, Alejandro frunció el ceño. —No hace falta que me lo des, tíralo.
—¿Qué? Es un pendiente de la Señorita Nuria y tiene mucho valor, ella probablemente se preocupará si lo pierde. —Ana estaba sorprendida por la actitud de Alejandro.
¿Cómo conoces a Nuria?
—Ese día que nos encontramos en la carretera, vi a Nuria en tu coche. Ella es una presentadora, mucha gente la conoce.
—Yo y Nuria... —Alejandro empezó a explicar, pero su teléfono sonó.
—¿Dónde estás? Llegaré en unos diez minutos...
Después de colgar, Alejandro volvió a mirar a Ana. —Esta noche cuando volvamos a casa te lo explicaré todo, no menciones lo del divorcio ahora.
—Está bien. —Ana sabía que este no era el momento de hablar de eso.
Probablemente él estaba preocupado por la salud de la abuela García, temiendo que ella no pudiera aceptar que ellos se divorciaran.
Al día siguiente, por la mañana.
En la casa de los González.
Diego hizo varias llamadas, solo para encontrar que le colgaban o le daban excusas en la otra línea.
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