En el equipo, cuando alguien se siente cansado de trabajar, puede subir al sexto piso para tomar un café o caminar en la cinta.
Los equipos de gimnasia están bien equipados.
Aunque Don Fernando es mayor, siempre ha enfatizado la importancia del equilibrio entre el trabajo y el descanso.
Cuando Pablo llegó al sexto piso, vio a su abuelo caminando en la cinta de correr.
Corrió hacia él a grandes pasos.
—Abuelo, finalmente te encontré.
Al oír la voz de su nieto, Don Fernando casi se cae de la cinta, pero de inmediato se agarró de ella y miró a Pablo con un gesto de molestia, diciendo: —¿Por qué has venido?
—¿No me has visto en varios días, abuelo, no me extrañas? —Pablo preguntó con cierto resentimiento.
Don Fernando gruñó, —¿Por qué debería extrañarte?
Pablo, acostumbrado al menosprecio, no se sintió mal; encendió una cinta cercana y mientras caminaba, dijo: —Viejo, me menosprecias, pero yo tampoco soy muy fanático tuyo, ¿sabes? Creo que a tu edad, la vista no debe ser muy buena.
—Mi vista está perfecta, ayer mismo reparé un jarrón de porcelana azul y blanco. La edad no determina nada, dímelo directamente, no hace falta que te burles, —Don Fernando le lanzó una mirada severa a Pablo.
Este chico había crecido frente a él y conocía bien su carácter.
Ahora que había venido tan enfadado, seguro que quería presentarle a esa chica de la que había hablado antes.
Había revisado cuidadosamente el perfil de la chica estos últimos días.
Aunque había fotos que demostraban su trabajo en restauraciones, las fotos pueden ser ficticias, pero un currículum no miente.
Según las calificaciones de la chica, no podría haber restaurado los objetos de las fotos.
Esa chica no era honesta.
No podía tener a gente deshonesta en su equipo.
—Estoy hablando en serio, Ana es realmente talentosa. Restauró dos cuadros para Ricardo que ahora han sido enviados a la casa de subastas. La vi trabajar todos los días en las restauraciones en el taller de Ricardo. Sé que esto te molestará, pero creo que restaura mejor que tú, —Pablo estaba verdaderamente preocupado.
Don Fernando detuvo la cinta de correr y se secó el sudor, observando a Pablo con los ojos entrecerrados, —Veremos si es la clase de chica que creo o no.
¿No estaría pensando en bisnietos, verdad?
Pablo, sintiéndose algo culpable bajo la mirada de Don Fernando, apuró: —Vamos, mi tío se compromete esta noche y mis padres no pueden volver, tú y yo tenemos que ir.
Don Fernando miró la hora, —Si no lo mencionas, casi lo olvido.
Pablo frunció el labio, su propio hijo estaba comprometido y casi lo olvida, ¡qué terco es el viejo!
——
Ana acababa de regresar a La Villa Estrella del Mar cuando su teléfono recibió una nueva foto de Beatriz.
Alejandro y Nuria estaban brindando y conversando.
Había más gente alrededor.
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