El Secreto de Mi Prometido romance Capítulo 326

—Claro, por supuesto que sí.—De repente Luisa mostró una sonrisa fingida.—¿Cómo rechazar una oportunidad tan grande como esta de ganar dinero?

Luisa se sentó en un sillón individual junto a Andrés. El asistente muy atento les sirvió café y luego salió en completo silencio, cerrando la puerta al irse.

Luisa curvó ligeramente los labios, levantó la taza y dio un sorbo de café. —¿Cómo podría colaborar el jefe Andrés?

Andrés sacó con toda la tranquilidad dos carpetas de documentos. —Estos son los casos que actualmente necesitan representación.

Enseguida le entregó las carpetas a Luisa.

Luisa las tomó. —Siendo el jefe de una empresa tan grande como el Grupo Martínez, con mil asuntos que atender al día, ¿también se ocupaba de asuntos menores como demandas?

Aquella frase llevaba cierto tono sarcástico.

Pero Andrés no se molestó para nada; sonrió con amabilidad y contestó con buen humor: —Colaborar con la abogada Luisa no es un asunto menor.

Luisa no respondió, abrió la carpeta sin expresión alguna y comenzó a revisar uno a uno los documentos.

En una empresa tan grande como el Grupo Martínez, un solo contrato de compraventa podía implicar cientos de miles o incluso millones. La evidencia impresa podía ocupar desde miles de páginas hasta varias cajas, así que Andrés, por supuesto, no podía traer toda esa documentación consigo.

Dentro de las carpetas había material compilado sobre los casos: un resumen de los litigios que el Grupo Martínez quería encargar, junto con parte de las pruebas relevantes.

Luisa echó un vistazo general a estos documentos.

El Grupo Martínez poseía múltiples industrias, incluyendo alta tecnología, hostelería y restauración, así como todo lo referente a moda y joyería.

Los documentos describían brevemente el tipo de caso, la demanda presentada y las pruebas principales. De un solo vistazo, todo estaba claro y bien organizado, se evidenciaba de que se había clasificado previamente.

Las pruebas de cada caso estaban completas: contratos, transferencias bancarias desde cuentas corporativas, registros de conversación entre empleados de ambas partes y toda clase de recibos, en fin todo perfectamente conservado y muy bien organizado.

Casos con pruebas tan completas como estas presentaban bajo riesgo de litigio y alta probabilidad de éxito; a los abogados les encantaba representar este tipo de demandas.

Al terminar de revisar uno a uno los documentos, Luisa sonrió con una expresión difícil de interpretar. —Gracias, jefe Andrés.

Andrés posó su mirada en Luisa, con una leve sonrisa en los ojos. —De nada, abogada Luisa.

Luisa aceptó. —Voy a pedirle a mi asistente que imprima el contrato de representación. Espéreme aquí un momento.

Luisa le lanzó una mirada y le dio un leve golpecito en la frente con el dedo.—¿Qué estás imaginando? Sabes el jefe Andrés vino a hablar solo de negocios.

—¿Y qué tipo de negocio requería que el jefe Andrés viniera en persona? ¿Desde cuándo nuestro bufete tenía tanto prestigio como paraque venga? —Lucía le sonrió con malicia.—Los que saben, saben.

—Mejor tómate tu café.—Replicó Luisa, fingiendo reprenderla, y pasó caminando junto a ella.

Después de imprimir el contrato y regresar a la sala de reuniones, Luisa vio que había un vaso de Starbucks justo frente a Andrés.

Parecía ser uno de los cafés que Francisco había ofrecido a todos.

Andrés notó que ella miraba el café y, con una sonrisa entre divertida e algo irónica, dijo: —Uno de sus colegas del bufete me lo trajo hace un momento. Al parecer, el abogado Francisco invitó a todos a tomar café.

Andrés miró a Luisa con una sonrisa llena de picardía en los labios. —Y yo también recibí el mío. El abogado Francisco es bastante generoso.

—Seguro que el jefe Andrés no había probado este tipo de café antes. —Comentó Luisa al azar.— Si no le gusta, no lo tome. Déselo a alguien que lo necesite. No lo desperdicie.

Andrés sonrió con picardía, sin decir nada.

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