El Secreto de Mi Prometido romance Capítulo 298

Después de que los tres escándalos sobre Carolina estallaran en las redes, muchos de sus fans corrieron a comentar debajo del perfil de Carlos en Twitter. Algunos le pedían aclaraciones, otros lo insultaban.

Tras el incidente, Carolina intentó llamar a Carlos en múltiples ocasiones, pero él no respondió ninguna de sus llamadas. Entonces fue a buscarlo directamente a las oficinas del Grupo Rodríguez, pero fue detenida en la recepción.

No logró que Carlos la ayudara, pero sí tuvo que presenciar cómo él publicaba una extensa carta de arrepentimiento.

Cuando Isabel llamó, Carolina estaba discutiendo con la recepcionista del Grupo Rodríguez.

Con el cabello despeinado y gritando sin pudor, ya sin rastro de compostura, exclamaba: —¡Soy la novia del presidente Carlos, voy a pasar!

La recepcionista, algo incómoda, respondió: —Lo siento, señorita Carolina. El presidente Carlos dio instrucciones específicas: usted no puede ingresar.

Carolina estalló de rabia: —¡Eso es una mentira! Carlos jamás me prohibiría la entrada. Llámalo ya.

La recepcionista, sin cambiar su expresión: —El presidente Carlos fue muy claro. Usted no pasa y punto.

Fue en ese momento cuando Isabel llamó.

La primera vez, Carolina no contestó.

Tras colgarse automáticamente la llamada, Isabel volvió a marcar.

Carolina contestó con fastidio: —¿Qué quieres?

—Carolina, ¿viste la cartita que publicó Carlos? Ay, quién iba a pensar que él saldría con algo así. No te pongas tan mal, todos los hombres son así.

Carolina se quedó perpleja.—¿Cartita? ¿Qué cartita?

Isabel soltó un exagerado "¿eh?".

—¿No has visto Twitter?

Carolina, irritada: —No he tenido tiempo.

Isabel, con un tono claramente burlón: —Pues deberías verla, creo que te interesa.

Después de colgar, Carolina abrió Twitter. La famosa carta de Carlos ya era tendencia.

Un mal presentimiento le oprimió el pecho y entró a leerla.

Diez minutos después, Carolina estaba al borde del colapso.

Carlos no solo admitía que los mensajes filtrados sobre su infidelidad eran reales, sino que además le pedía perdón a Luisa con palabras cargadas de emoción, reconociendo su error y suplicando por la oportunidad de resarcir los errores del pasado.

La llamada de Isabel no había sido más que una burla.

Pero Luisa llevaba días durmiendo mal, y a eso de las siete de la mañana ya se había despertado por su cuenta.

La temperatura era baja a esa hora. Luisa vestía un camisón blanco de seda pura y una ligera capa sobre los hombros. Se recostó contra la ventana de piso a techo, observando la lluvia caer, con la mente vacía.

El sonido constante de la lluvia empapaba el aire de humedad.

De pronto, se le antojó salir a caminar bajo la lluvia con un paraguas.

Dicho y hecho.

Se cambió de ropa: un suéter ligero gris claro y unos jeans rectos azul claro.

Al bajar las escaleras, vio un auto familiar.

Un Bentley negro.

Andrés alzó la vista y la vio de pie bajo la lluvia, con el paraguas abierto. Se quedó ligeramente extrañado.

No esperaba que Luisa bajara a esa hora.

Rápidamente, Andrés tomó un paraguas y bajó del auto para acercarse a ella.

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