El Secreto de Mi Prometido romance Capítulo 295

Antes, Luisa solo veía a Carolina como una payasa, una mascota electrónica, sin tener el tiempo ni la energía para ponerle cuidado.

Hoy las cosas eran diferentes.

Su hermana había sido secuestrada, Luisa estaba emocionalmente destrozada, agotada física y mentalmente, con los nervios al límite todo el tiempo. En ese momento crítico, Carolina, además de difamarla, incitaba ataques en redes sociales, incluso guiaba a sus seguidores para que causaran daños irreparables, y ahora, para colmo, la estaba engañando con el asunto de Violeta. Luisa ya no podía más.

Destruir la empresa de la familia Hernández era algo que no requería que Luisa se involucrara directamente.

Bastaba con que transmitiera sus demandas a otros; había quienes estarían dispuestos a hacer el trabajo y destruir la empresa de la familia Hernández con tal de quedar bien con la hija de la familia González.

Por la tarde, Luisa fue al hospital.

El estado emocional de Carla seguía muy bajo, su aspecto no era bueno: estaba pálida, demacrada, con unas ojeras gigantes.

Miguel había regresado a la oficina a ocuparse del trabajo, dejando solo a la enfermera en la habitación.

—Luisita, ¿hay alguna noticia de Violeta?—Al escuchar la mención, los ojos de Carla se enrojecieron de inmediato.

Luisa negó con la cabeza en silencio.

Las lágrimas de Carla comenzaron a caer de inmediato.

La mujer sollozaba desconsolada.

Luisa, con el corazón roto por su hermana, también se sentía fatal.

La consoló un poco, pero no sirvió de nada.

—Tía, descansa bien, no te angusties tanto, o podrías deteriorar tu salud. Mañana vengo a verte.

Tras decir esto, Luisa se dio la vuelta y se marchó.

Al salir del hospital, fue nuevamente a la estación de policía.

Era la misma situación de siempre: el caso del secuestro de Violeta involucraba a muchas personas, incluyendo crimen transnacional, y la dificultad de las capturas era gigante. La policía estaba haciendo todo lo posible para capturar a los responsables, y si había novedades, lo contactarían de inmediato.

Luisa salió de la estación de policía, decepcionada, caminando por la calle sin rumbo.

No podía creer que esa mujer, que parecía tan frágil y débil, tuviera el valor de golpearla, a ella que pesaba más de 160 libras y parecía ser mucho más fuerte físicamente.

Luisa tenía los ojos inyectados en sangre, llenos de rabia, con una mirada asesina.—¡Si te atreves a insultar a mi madre una vez más, probarás de lo que soy capaz!

Su mirada era aterradora. La mujer que hace un momento había estado gritando y maldiciendo, de repente se amilanó. En los ojos de Luisa, pudo ver claramente ira y deseos de matarla.

Presentía que, si seguía profiriendo insultos relacionados con su madre, la mujer frente a ella no dudaría en destriparla...

Los fanáticos de Carolina temblaban de miedo, ninguno se atrevía a arriesgar su vida.

La fanática desequilibrada intentó girarse para huir, pero de repente fue detenida por dos hombres vestidos de negro.

La mirada de Luisa era tan afilada como un cuchillo, su rostro oscuro, como si el aire a su alrededor estuviera impregnado de una helada mortal.

Uno de los guardaespaldas le dio una patada en la parte posterior de la rodilla de la fanática, quien cayó de rodillas al suelo con un "¡plop!".

—Pide disculpas.—Luisa la miró con unos ojos negros como la noche, llenos de un titilar intimidante.

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