En el video de vigilancia, la imagen del hombre que compraba el collar era muy nítida. Daniel lo reconoció al instante: era Alejandro, el asistente personal de Andrés.
¡Así que lo engañó!
Terminó con Luisa solo para no arrastrarla a su mundo.
Daniel estaba sentado en el sofá, con una mirada helada e implacable.
El vaso de cristal se hizo añicos en su mano.
—Qué interesante...—La mano de Daniel estaba cubierta de cortes y sangraba sin cesar, pero en su rostro se dibujaba una sonrisa sarcástica, cargada de un aire siniestro y pesado.
Murmuró para sí: —Andrés, si la amas tanto... ¿estarías dispuesto a dar tu vida por ella?
...
—¿Qué dijiste? ¿Secuestraron a Luisa?—Las venas en la frente de Carlos se marcaron a causa de la furia, su expresión estaba totalmente alterada.
A diferencia de su reacción, Valentina se mostraba completamente tranquila.
Estaba sentada en el sofá, con una sonrisa en los labios, como si estuviera de muy buen humor.
—Así es.—Valentina alzó la vista con una sonrisa y cruzó su mirada con la de Carlos.—Cuando me enteré de que mi hermano rompió con ella para protegerla, deseé que muriera de inmediato. Y ahora por fin se cumplirá mi súplica. En manos de Daniel, Luisa no tiene ninguna oportunidad de sobrevivir.
Los ojos de Carlos se llenaron de sangre por la rabia. Dio un paso al frente y, furioso, agarró a Valentina por el cuello de la blusa y la levantó del suelo.
El hombre gritó lleno de ira: —¡Dijiste que querías que colaborara contigo solo para separar a Luisa de Andrés! ¡Prometiste que no le harías ningún daño a Luisita!
Valentina aún no había respondido cuando los guardaespaldas que estaban cerca corrieron de inmediato a rescatarla y comenzaron a golpear a Carlos.
Carlos forcejeó con ellos.
Carlos apretó los puños con fuerza, con las venas de las manos marcadas por la tensión.
En su momento, cuando la cadena financiera del Grupo Rodríguez colapsó y estaban al borde de la quiebra, él buscó inversionistas por todas partes. Pero como se había enemistado con las familias González y Martínez, ninguna empresa quiso ayudarlo.
Después, Valentina lo socorrió y le entregó una tarjeta de presentación.
Sin opciones, aceptó colaborar con ella y llamó a Mateo para pedir ayuda.
Fue después que descubrió que tanto Mateo como Valentina no eran más que peones al servicio de alguien tras las sombras.
Carlos nunca llegó a conocer al hombre que estaba detrás de ellos, ni siquiera su nombre completo. Solo sabía que todos lo llamaban "señor Daniel".
El Grupo Rodríguez ya no pertenecía a la familia Rodríguez.
El accionista mayoritario era uno de los subordinados de Daniel, quien solo figuraba como propietario en el papel. En realidad, ese hombre solo administraba las acciones en nombre de su jefe. Es decir, el verdadero controlador del Grupo Rodríguez era ese tal "señor Daniel".
Comentários
Os comentários dos leitores sobre o romance: El Secreto de Mi Prometido