El Secreto de Mi Prometido romance Capítulo 258

Mónica bajó del avión y esperó a Luisa en la salida.

Ella mantuvo parada en el frío esperando durante media hora y aún no había visto a Luisa, por lo que sacó su celular y la empezó a llamar.

Sin embargo, escuchó una voz femenina fría y mecánica que indicaba que el número marcado estaba fuera de servicio.

¿Cómo era posible que de repente el número estuviera fuera de servicio? Hacía apenas una hora habían hablado.

Mónica se sentía muy extrañada.

¿Le habría pasado algo a Luisa?

No logró comunicarse por teléfono, así que rápidamente abrió WhatsApp y le hizo una videollamada.

Se colgó automáticamente sin que nadie contestara.

Mónica hizo cinco videollamadas seguidas sin obtener respuesta, lo que la preocupó aún más.

Justo antes, cuando habló con la abogada Luisa, ella le había dicho que llegaría al aeropuerto en unos veinte minutos más, pero ya habían pasado cuarenta minutos; no solo no había aparecido, sino que tampoco daba señales de vida.

En Puerto Bella, Mónica no conocía a nadie más aparte de Luisa.

En su angustia, Mónica recordó de repente que Luisa le había mencionado el nombre de su bufete y que tenía la dirección en un mensaje de texto.

El bufete se llamaba Lex Juris Abogados.

Mónica inmediatamente buscó ese bufete de abogados en línea y rápidamente apareció la información del despacho en la página web, incluyendo el número fijo.

Mónica marcó el número, pero el teléfono sonó durante mucho tiempo sin que nadie respondiera.

Estaba desesperada y, en su pánico, olvidó que ya era hora de salida y que no había nadie en el bufete, por lo que llamar no tenía sentido.

Desesperada, no tuvo más remedio que recurrir a la policía,

Después de que aquel auto negro chocara con el coche de Luisa, solo sufrió daños parciales en la superficie, pero seguía funcional y podía conducirse.

El hombre que bajó del auto después era mucho mejor en artes marciales que el primero, y Luisa no pudo superarlo. Tras una pelea, Luisa fue vencida y el hombre la ató de manos y pies antes de meterla en el coche.

—¿Por qué me secuestran? ¿Es por dinero?— preguntó Luisa.

El hombre que conducía se echó a reír al oír esto, como si hubiera escuchado un chiste muy gracioso, —¡Jajajaja, por dinero? A nuestro señor Daniel no le falta tu dinero.

—¿Señor Daniel?— Luisa captó de inmediato la información clave.

Recordando aquel momento aterrador cuando casi fue asesinada en la calle, Luisa palideció, —¿Ustedes son gente de Daniel?

El conductor de repente estalló en ira: —¿Cómo te atreves a faltarle el respeto a nuestro señor Daniel? ¿Acaso no quieres vivir?

En el asiento trasero del coche, el guardaespaldas personal de Daniel y su asistente más confiable, Jaime, habló con tono grave: —¿Conoces al señor Daniel?

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