Las chicas hablaban de manera suave y dulce cuando estaban ebrias, y el tono de su voz subía ligeramente al final, lo que resultaba muy atractivo.
Andrés se tensó de repente.
El deseo se encendió de golpe.
En la audiencia, Lucía brilló con emoción, capturando el momento feliz con su celular. Emocionada, le dio un codazo a una colega que tenía al lado, —¡Qué bien, son una pareja de verdad! ¡Estamos salvados!
Ella solía navegar por internet y tenía un sentido del humor muy agudo.
Su colega asintió vigorosamente, —Un hombre guapo y una mujer hermosa, ¡qué pareja tan perfecta! ¡Es tan dulce!
Sentado detrás, Sergio se golpeó la frente con la palma de la mano, visiblemente molesto, — ¡Qué masoca soy! Venir aquí a ver lo dulces que son, es ridículo.
Andrés se quedó petrificado durante diez segundos por los "mi amor" de Luisa, antes de reaccionar y decidir llevarla abajo del escenario.
Levantó a Luisa en brazos como a una princesa y comenzó a bajarla del escenario.
Instintivamente, Luisa rodeó con sus brazos el cuello de Andrés, apoyándose en él y mirándole fijamente a la cara sin parpadear.
¡Qué guapo era!
Como si hubiera salido de un cómic.
Luisa, embelesada, empezó a decir tonterías de nuevo: —Quédate conmigo esta noche, yo... yo tengo mucho dinero, te daré todo lo que quieras, je, je, je.
Dijo esto justo cuando Andrés pasaba al lado de Sergio.
Sergio no pudo contener la risa.
—¡Ja, ja, ja, ja! ¿Quieres decir que quieres que él te brinde servicios especiales?
Andrés, con el rostro sombrío, lanzó una mirada penetrante.
Sergio inmediatamente hizo un gesto de silencio con su mano sobre la boca, señalando que no volvería a hablar más.
Sergio, Juan y Lucía, al ver esta situación, se quedaron perplejos y abrieron los ojos como platos, no querían perderse ni un segundo de esta escena.
Pedir un beso en público, algo que Luisa nunca haría estando sobria.
El atrevimiento de la ebria Luisita lo sorprendió y lo emocionó de manera desconocida.
—Un beso...— Luisa, con las mejillas enrojecidas, se acercaba a la cara de Andrés, su aliento caliente le hacía hervir la sangre, inundándolo de emociones, dejándolo tan entumecido que casi no podía sostenerse en pie.
Él apretaba los labios, esforzándose por contenerse, desviando la mirada para no ver su rostro enrojecido por el alcohol, —Luisita, no hagas eso.
El rostro de Luisa se frotó suavemente contra el suyo, y de repente, comenzó a reírse, diciendo directamente: —Andi, tú eres Andi, solo tú dices mi nombre con tanta ternura.
El corazón de Andrés se ablandó enormemente.
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