El Secreto de Mi Prometido romance Capítulo 106

Mientras jugaba a las cartas, no dejaba de echar un vistazo de vez en cuando a su celular, temiendo perderse algún mensaje de Luisa.

Después de varias partidas, no había recibido ningún mensaje de Luisa, pero sí uno de su amigo Raúl.

[¿He oído que tienes problemas sexuales?]

Andrés frunció el ceño y sus labios se tensaron ligeramente.

Justo cuando terminaban de jugar, Sergio se levantó para estirar el cuerpo y casualmente se acercó a Andrés, notando con su agudo sentido de observación el mensaje en el celular de Andrés, y de repente estalló en una carcajada exagerada.

—Ja, ja, ja, ja...— Sergio se reía de manera exagerada, —¿En serio? ¡¿Ah, ja, ja, ja, ja tienes problemas sexuales?!

Andrés lo miró con una expresión fría y una mirada penetrante.

Sergio de inmediato contuvo la risa, forzándose a mantener una expresión cómica, —¿Qué pasa?

Andrés se puso de pie, —Me voy ahora.

Sergio lo siguió sonriendo, y no olvidó voltearse y hacer un gesto con los ojos a Juan: vamos, sigámoslos para ver qué sucede.

...

En el bar.

Luisa tomó el cóctel que el barman acababa de preparar y bebió un par de tragos, tambaleándose empezó a cantar.

Cuando Andrés llegó, Luisa estaba en el clímax de una canción, desafinando terriblemente.

Sergio entró al bar y se tapó los oídos, —Dios mío, ¿quién canta tan mal?

Andrés, reconociendo que era Luisa, no dijo nada con el rostro sombrío.

Solo cuando se acercaron vieron que la persona emocionada cantando en el escenario era Luisa.

Sergio le dio un codazo a Andrés, —Ve a bajarla de ahí, ¿no ves el ridículo? Otros cobran por cantar, ella cobra vidas con su canto.

Ese "esposo" hizo que el corazón de Andrés se detuviera.

Sintió que toda su sangre hervía en ese instante.

Con la respiración descompensada, Andrés se quedó paralizado en el lugar sin saber qué hacer.

Luisa inclinó ligeramente la cabeza, mirándolo con una sonrisa, su rostro sonrosado decorado con dos pequeños hoyuelos, tan dulce que él no podía apartar la mirada.

Los dos mantuvieron la mirada fija durante unos segundos.

De repente, sin previo aviso, Luisa se inclinó hacia adelante, acercando su cabeza al pecho de Andrés.

Su cabeza peluda rozó ligeramente contra Andrés, como un gatito mimado: —Mmm, incluso hueles exactamente como mi esposo.

Andrés usaba un perfume suave de madera, como el cedro bajo el sol invernal, un aroma muy agradable. Luisa no pudo resistirse a respirar profundamente, —Hueles tan bien, querido...

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