El Regreso de la Heredera Coronada romance Capítulo 99

Desde el grabador, la risa descontrolada de Valeria resonaba en los oídos de todos.

Para intensificar aún más este efecto, Ángeles había preparado con anticipación un sistema de sonido, cuya calidad excepcional permitía que cada palabra se entendiera nítidamente a través de los altavoces.

Gonzalo mostraba un semblante sombrío.

Era una grabación breve, con solo unas pocas frases, pero las palabras clave eran tan claras que cualquiera, a menos que fuera un completo ignorante, podría entender que las acciones de Valeria hacia Lucía trascendían la mera incitación a robar veneno.

Gonzalo, reprimiendo su ira, preguntó con una voz grave: —Esos vídeos, ¿qué contienen?

Valeria, visiblemente pálida, no se atrevía a responder.

Había manejado esos vídeos en secreto hasta hoy, precisamente para evitar imprevistos y no dejar evidencias ni rastros.

Incluso en este momento crítico, ella intentaba aún manipular la situación.

Pero lo que nunca anticipó fue que, con una sola declaración de Ángeles, se desencadenaría una tormenta.

Ángeles miró fijamente a Gonzalo y declaró con firmeza:

—Abuelo, no fue sino hasta el día que llegué a la Casa Vargas que conocí a Lucía. Antes de eso, ya me había encontrado con ella.

—En aquel entonces, ¿todos en la familia Vargas, incluido usted, pensaban que Lucía había sido enviada al extranjero a estudiar? Permítame decirle que, cuando la conocí, estaba encadenada de pies y manos, retenida en un pueblo dedicado al tráfico de personas.

—No necesito describir lo que sufrió todos esos días, pues pueden imaginarlo.

—¿Por qué regresó? Quizás porque no podía abandonar a su madre, quizás porque aún albergaba esperanzas y algo de afecto hacia su padre. En cualquier caso, tras escapar de aquel lugar, regresó a la Casa Vargas, pero fue amenazada por Valeria con este asunto, forzándola a sustraer veneno del botiquín y luego a intentar envenenarme.

—Pero el mismo día, la madre de Lucía falleció. Valeria le reveló el pasado de cautiverio de Lucía, y su madre, no queriendo ser una carga para su hija y en un momento de lucidez a pesar de su estado mental alterado, optó por el suicidio.

—Lucía perdió toda voluntad de vivir y vertió el veneno en su propio vaso, bebiéndoselo de un solo trago...

Ángeles se giró y miró a Lucía, quien yacía con los ojos cerrados.

Ángeles habló calmadamente: —¿Que si lo hiciste o no? Solo hace falta investigar un poco. El pueblo sigue ahí, no se ha ido a ninguna parte. ¿Y qué hay del sanatorio? ¿No hay acaso mucha gente allí? ¿Nadie puede dar testimonio?

¡Todo acto deja una huella!

Y Valeria no tenía la habilidad para encubrirlo todo.

Gonzalo no necesitaba investigar más; las pruebas ya eran suficientes y ordenó: —Mayordomo, ¿qué estás esperando? ¡Expulsa a esta mujer malvada de aquí! Además, llama a la policía, ¡inmediatamente!

La situación se volvía seria.

Consciente de que no había vuelta atrás, Valeria cayó de rodillas con un golpe, suplicando: —Gonzalo, yo solo estaba confundida, soy la verdadera esposa de Daniel, ¿cómo se supone que me sienta al ver a una hija ilegítima todo el tiempo frente a mí?

Ángeles no pudo evitar encontrar humor en la situación, preguntándose, en un momento como este, ¿dónde estaba el hombre que había causado todo esto?

Sin mencionar que Daniel había estado con Mónica antes de casarse y tuvo a Lucía, luego cobardemente decidió no hacerse responsable y abandonarlas para casarse con Valeria.

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