El Regreso de la Heredera Coronada romance Capítulo 716

Ángeles se detuvo asombrada y miró al instante hacia la fuente del sonido; lo primero que vio fueron un par de pequeños zapatos de cuero blancos. Estos zapatos, sucios y desgastados, se diferenciaban de los tobillos delgados y elegantes de una mujer.

La escena le resultaba ser extrañamente familiar.

Ángeles se quedó pensativa por un momento y luego renombró: ayer, cuando se desmayó por la niebla en la isla, había visto esos mismos zapatos.

Emilio también lo recordaba muy bien.

Desde el momento en que despertó, Emilio no había olvidado la escena de Ángeles desmayándose el día anterior. Durante todo el día, mientras deambulaba sin rumbo aparente por la isla, observaba en secreto a cada persona.

Buscaba precisamente esos zapatos.

Por fin había aparecido la dueña de esos zapatos.

Emilio sonrió, casi imperceptible, su mirada desprendía un matiz de frialdad. Detrás de sus ojos color café, se vislumbraba un destello sutil de intención asesina.

Hasta Ángeles pudo percatarse de esa intención.

Ángeles con la mirada, preguntó: ¿Qué pasa?

Emilio simplemente sacudió la cabeza con una sonrisa picarona, señalando que no pasaba nada.

Ángeles no insistió más.

Justo cuando habían conseguido una larva venenosa que podría salvar vidas, y parecía que iban a cumplir su objetivo más importante al venir aquí, alguien intervino ene se momento y perdieron la larva.

Los más enfadados eran los subordinados de la familia González.

Era un rostro cuyas facciones estaban desfiguradas por innumerables cicatrices horrendas, como si hubieran sido infligidas por algo muy afilado. Debido a la gravedad de las heridas, las cicatrices parecían de lesiones antiguas que habían supurado por largo tiempo y sanado de forma irregular, haciendo que el rostro fuera monstruoso.

Ángeles se asustó, una chispa de recuerdo cruzó fugazmente por su mente; la mujer le parecía vagamente familiar, pero no podía recordar con claridad dónde la había visto.

Pero la verdad ella no era la única con ese sentimiento.

Los subordinados de la familia González también se quedaron paralizados por un momento. Al principio, el aspecto del rostro de la mujer los había asustado demasiado, luego se miraron entre sí con cierta perplejidad. Uno de los subordinados, mirando a la mujer en el suelo, exclamó de repente: —¡Cómo tú, tú no serás aquella que...!

Antes de que pudiera terminar la frase, la mujer en el suelo soltó un grito agudo, como una bestia salvaje que de repente es provocada y está fuera de control.

Antes de que alguien pudiera reaccionar, la mujer se levantó de un salto y se desvaneció en el bosque cercano, perdiéndose de vista.

Los subordinados de la familia González, con el rostro perplejos, miraron en la dirección en la que la mujer había escapado. Parecían estar procesando una noticia impactante, y después de unos cuantos segundos, uno de ellos se giró hacia Emilio y dijo: —Señor Emilio, ¡es esa mujer!

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