El Regreso de la Heredera Coronada romance Capítulo 542

La onda expansiva de la explosión sacudió incluso el helicóptero.

Ángeles se aferró con fuerza a la escalera de cuerda y, en un vistazo, contempló toda la escena, extendiendo desesperadamente la mano hacia Vicente, quien aún se encontraba en el suelo: —¡Rápido, agárrame!

Vicente sonrió, estabilizó su respiración y luego extendió la mano hacia ella. Sus dedos largos y fuertes se cerraron firmemente alrededor de los de Ángeles y, con un impulso decidido, saltó hacia arriba, aferrándose con firmeza a la escalera.

Hugo, agachado en la puerta del helicóptero, presenció la escena y gritó inmediatamente hacia la cabina: —¡Rápido, despeguen! ¡Vámonos de aquí!

El amanecer apenas comenzaba, y la neblina en el cañón se había disipado completamente tras la explosión.

El helicóptero ascendió rápidamente, dirigiéndose hacia una zona segura.

La escalera de cuerda aún colgaba en el aire mientras Vicente envolvía a Ángeles entre sus brazos, protegiéndola del peligro de caer. La proximidad hacía que el rugido del viento alrededor de ellos fuera ensordecedor.

Sobre ellos, el sol ardiente comenzaba a brillar con intensidad, mientras abajo se extendían oasis interminables. Detrás, las explosiones continuaban, creando un panorama caótico e impresionante a la vez.

Ángeles alzó la mirada y se encontró con el rostro asombrosamente atractivo y cercano de Vicente.

Sus ojos relucían con una tenue sonrisa, y su cabello oscuro, despeinado por el viento, caía ligeramente sobre sus pestañas, resaltando aún más su carisma.

El corazón de Ángeles dio un vuelco, acelerado por las imágenes del peligro extremo que acababan de enfrentar.

Si hubiera pasado un solo segundo más, Vicente habría sido aplastado por las enormes rocas que rodaban cuesta abajo.

Ángeles agarró su ropa con fuerza, invadida por un miedo retrospectivo, y al ver la sonrisa despreocupada en el rostro de Vicente, no pudo evitar sentir enfado: —¿Aún te ríes? ¡Casi mueres! ¿Lo sabes?

Vicente se acercó lentamente al oído de Ángeles, su voz mezclándose con el viento, manteniendo siempre un tono burlón y claro:

—Ángeles, ¿sabes lo que estaba pensando justo en ese instante?

—Pensaba que, si realmente muriera, tendría que dejarte ir, permitirte encontrar a alguien más, alguien capaz de entregarte su corazón por completo y hacerte feliz, aunque eso significara que me olvidaras.

Una vez dentro, Ángeles examinó cuidadosamente a Vicente, constatando que tenía heridas, aunque no tan graves como había temido. Sabía perfectamente que él nunca se quejaría ni emitiría sonido alguno, ni siquiera al aplicarle vendajes o medicamentos.

Ángeles entendía bien que él actuaba así para aligerar su culpa y evitarle preocupaciones.

Pero cuanto más intentaba ocultar su dolor, más le dolía a ella, y con mayor delicadeza aplicaba cada curación.

En una esquina de la cabina, Hugo y otros dos subordinados observaban en silencio.

Estaban sorprendidos por la escena.

El señor Vicente mostraba una amplia sonrisa, sus ojos habitualmente fríos parecían derretirse suavemente, y la dureza habitual de sus cejas había desaparecido completamente.

Esta expresión suave y nunca antes vista por ellos parecía, sin duda alguna, un auténtico milagro.

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