Sr. CEO, ¡perdió mi corazón para siempre! romance Capítulo 416

Dylan no lo podía creer. Su padre siempre le había insistido en que tratara bien a Avery. Si había existido un pasado entre él y Avery, ¿por qué su padre no se lo había dicho? ¿Acaso su padre quería que lo olvidara para siempre? El pensamiento hizo que el dolor de cabeza de Dylan se intensificara.

Dylan, inquieto, cogió su chaqueta de traje claro y salió de la suite. En cuanto abrió la puerta, se encontró con una mujer que tenía la mano levantada y estaba a punto de tocar.

Dylan la reconoció vagamente de la reunión anterior. Ella dudó al verlo. "Señor..."

—¿Qué pasa? —preguntó Dylan con el ceño fruncido. ¿Cómo sabía ella dónde estaba su habitación? ¿Y por qué estaba a punto de tocar a la puerta?

"Señor, acabo de ver a Douglas sosteniendo a su esposa y llevándola a una suite en un piso inferior..."

Las pupilas de Dylan se contrajeron. "¿Qué dijiste?"

"Vi a Douglas sosteniendo a Avery y llevándola a una habitación de abajo..."

Dylan no esperó a que terminara. Corrió hacia el ascensor, con la mente agitada. El Ritz-Carlton estaba lleno de gente. ¿Cómo había acabado Avery con Douglas? Desde que lo había dejado, ¿su criterio sobre los hombres se había vuelto tan pobre? Agarrando el teléfono, pensó para sí mismo que lo que ella hiciera no era asunto suyo.

En el ascensor, Dylan respiró profundamente y llamó a Jayden. "Llama a Avery... no, llama a la recepción del Ritz-Carlton. ¡Tienes cinco minutos para localizarla o encontrar a Douglas!"

Era una orden imposible, pero Jayden la siguió instintivamente y se coordinó con el personal del hotel para revisar todas las habitaciones. Cinco minutos después, Jayden informó: "Dos habitaciones están cerradas por dentro. Nadie responde, por más que llamamos".

—¿Dos habitaciones? —Dylan frunció el ceño—. ¡Destruyamoslas desde afuera!

El Ritz-Carlton no era propiedad del Grupo FC, por lo que Jayden se sorprendió por la audacia de la orden. Pero Dylan, con expresión fría y amenazante, insistió: "¡Avery ha desaparecido y sospecho que alguien podría estar haciéndole daño! ¡Destruyan los escombros!".

Jayden, presa del pánico, obedeció y ordenó que abrieran las puertas a la fuerza. La primera puerta fue derribada con fuerza bruta y Dylan gritó una orden para que todos se dieran la vuelta mientras él entraba solo. Estaba furioso: había enviado a Douglas a disculparse, ¿y ahora esto?

Desde la puerta, Dylan escuchó el sollozo angustiado de una mujer, ahogado pero desgarrador. Su mente se quedó en blanco y entró corriendo. Douglas estaba encima de una mujer, desgarrando frenéticamente su vestido.

Los ojos de Dylan brillaron de ira. Agarró a Douglas por el cuello de la camisa, lo sacó de la cama y le asestó un puñetazo. —¡Dylan, Dylan, ayúdame! —Los gritos desesperados de la mujer lo devolvieron a la realidad. Se dio la vuelta y se encontró con el rostro bañado en lágrimas de Ivy.

Estaba atada a una silla, con algo metido en la boca, y el teléfono estaba reproduciendo un segmento de noticias. Cuando la pantalla pasó de noticias financieras a noticias de entretenimiento, a Avery se le hundió el corazón. Dylan estaba golpeando a Douglas en el suelo, mientras Ivy yacía desarreglada en la cama.

Su cuerpo se puso rígido. Incluso después de sospechar que Ivy había lastimado a Grace, ¿Dylan todavía se preocupaba tanto por ella? Avery apenas podía creer lo que veía mientras las lágrimas corrían por su rostro. Las ataduras se le clavaban en la carne, pero el dolor en su corazón era mucho peor.

Se quedó mirando la pantalla, con la mente acelerada. Por primera vez, se dio cuenta de que nunca podría perdonar a Dylan. Las noticias decían que Dylan había defendido a Ivy, lo que dio lugar a especulaciones sobre su relación. También afirmaban que él y Avery habían firmado en secreto los papeles del divorcio, a la espera de la certificación.

A Avery le zumbaban los oídos. Había pensado que su corazón ya estaba destrozado sin posibilidad de reparación, pero ver esto la destrozó de nuevo. Las cuerdas que la ataban se apretaron dolorosamente, pero no era nada comparado con la agonía que sentía en el pecho.

No tenía idea de cuánto tiempo permaneció allí sentada. Cuando finalmente alguien abrió la puerta, fue una empleada doméstica del Ritz-Carlton quien rápidamente la desató.

Avery estiró sus extremidades y preguntó: "¿Qué hora es?"

La criada miró su reloj: "Son las cuatro de la mañana".

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