Luisa había estado muy ocupada últimamente.
Ocupada visitando locales y reclutando personal.
Después de muchas idas y venidas, finalmente había alquilado un piso completo en un edificio de oficinas ubicado en la zona más próspera del centro de Puerto Bella, destinado a ser la sede de su bufete de abogados.
Luisa había nombrado a su firma como Lex Juris Abogados.
Según lo estipulado por la ley, los socios de un bufete debían ser abogados con al menos tres años de experiencia profesional. Luisa ya contaba con tres años de ejercicio en Ciudad de la Esperanza y, al regresar a Puerto Bella, había trabajado durante medio año en Consultores Legales Rivera. Sin embargo, encontrar a varios socios adicionales no resultaba una tarea sencilla.
Fernando le había presentado con anterioridad a varios abogados de renombre en Puerto Bella, pero la mayoría de ellos ya se habían independizado, contaban con sus propios despachos y eran socios principales. La ley establecía que un abogado no podía ejercer simultáneamente en dos bufetes, ni ser socio en más de uno a la vez.
Por lo tanto, encontrar socios se había convertido en el mayor desafío en ese momento.
...
Ese día, Luisa estaba conversando con dos buenas amigas en Bvlgari.
Catalina, al enterarse de que Luisa estaba preparando la apertura de un bufete, le había presentado a alguien.
—¿Francisco te suena?— dijo Catalina. —Es de nuestra generación, de la Universidad de Derecho y Política de Puerto Bella.
Luisa, Fernanda y Catalina habían estudiado en la Universidad del Valle de la Esperanza, una de las instituciones más prestigiosas del país.
La Universidad de Derecho y Política de Puerto Bella, ubicada junto a la suya, era una institución reconocida, clasificada como la segunda mejor escuela de ciencias jurídicas y políticas del país, solo por detrás de la Universidad de Derecho y Políticas de Puerto de Marisol.
Luisa respondió: —¿Francisco? El nombre me suena, pero no logro recordarlo.
Fernanda dio una palmada en la mesa. —¿No sabes quién es Francisco? ¡Si era el más guapo de la universidad vecina! En esa época, los estudiantes de allá siempre lo comparaban con Andrés, ¿y tú no lo conoces?
—"Cof, cof", Fernanda.— Catalina lanzó una mirada a Luisa y tosió ligeramente, insinuándole a Fernanda que no mencionara a cierta persona.
Fernanda hizo un gesto despreocupado con la mano. —¡Ay, no pasa nada!si ya terminaron hace tiempo. Nuestra Luisita ya superó eso hace rato, ¿verdad, Luisita?
Luisa sonrió con algo de resignación. —Ya no importa, pero ahora solo quiero enfocarme en mi carrera. No tengo interés en los hombres.
—No te preocupes, déjame mostrarte su foto. ¡Quizás después te interese!
—¿Aún tienes fotos de él?— preguntó Catalina, sorprendida.
Mientras deslizaba el dedo por su celular, Fernanda respondió: —No directamente. En la universidad tenía varias en el celular, y se sincronizaron automáticamente a la nube. Nunca limpié ese almacenamiento, así que aún puedo encontrarlas.
Luisa soltó una risa: —No sabía que eso se podía hacer.
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