Hospital.
En el pasillo fuera de la sala de emergencias, Carla no dejaba de secarse las lágrimas, llorando hasta que sus ojos se pusieron rojos.
—Tía Carla, ¿qué le pasó a mi papá? —preguntó Luisa con el rostro lleno de ansiedad.
Carla, mientras se secaba las lágrimas, dijo: —Tu papá dijo que iba al pasillo a fumar un cigarrillo y, como tardaba en volver, pensé en ir a buscarlo, y entonces... yo... abrí la puerta de seguridad del pasillo y vi a tu papá tendido en el suelo, inconsciente, con un charco de sangre bajo su cabeza...
—¿Cómo pudo pasar esto...? —Luisa murmuraba, con la mirada vacía.
—Sollozos... Luisita, tu papá solo fue a fumar un cigarrillo, ¿cómo pudo tropezarse? A su edad no es posible que no viera bien el camino...
Las palabras de Carla fueron un golpe duro para Luisa.
Tenía que ser Daniel.
¡Seguro que fue Daniel!
Ese loco, incapaz de lastimar a nadie de la familia Martínez ni de encontrarla a ella, atacaba a las personas cercanas a ella para forzarla a aparecer.
Luisa temblaba de ira, con la furia alcanzando su punto máximo.
¿Por qué, por qué Daniel continuaba lastimando a su familia una y otra vez?
Primero fue Violeta, y ahora su papá.
Luisa apretó los puños con fuerza, las uñas se clavaban en su carne.
En ese momento, su racionalidad se consumía en llamas de la ira; a pesar de ser una abogada que conocía y comprendía la ley, solo pensaba en matar.
Daniel.
Ese nombre, lo tengo grabado.
Miguel fue estabilizado y trasladado a una habitación común.
Fuera de la habitación individual del hospital, dos guardaespaldas vigilaban, uno a cada lado de la puerta.
Carla, llevando una caja térmica, se acercó a la puerta con una mirada confundida: —¿Ustedes quiénes son?
Carla negó con la cabeza: —No le dijimos nada a Violeta, tu papá tuvo el accidente justo cuando la fiesta de cumpleaños estaba terminando. Le dijimos que papá tuvo que irse por algo urgente.
—Entiendo. tía Carla, pediré a Andrés que elija algunos guardaespaldas competentes para protegerte a ti y a Violeta.
—Está bien.
...
La tarde del día siguiente.
Andrés finalmente tuvo un momento libre y visitó el hospital.
Carla estaba sentada al lado de la cama, dándole medicina a Miguel, mientras Luisa, sentada en un sofá, trabajaba en su laptop con expedientes sobre la mesa pequeña frente a ella.
Andrés entró empujando la puerta, seguido de su asistente Alejandro, quien dejaba un montón de suplementos nutricionales y cestas de frutas en una mesa cercana.
Andrés dijo: —Lo siento, señor Miguel, después del incidente estuve ocupado buscando al agresor y no pude venir a verlo de inmediato.
Miguel murmuró un "mm", en señal de respuesta.
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