Luisa, siguiendo fielmente las indicaciones de Andrés, no salió de casa en los últimos días y se dedicó a trabajar desde su hogar.
Muy pronto, Andrés descubrió quién estaba detrás de Leonardo.
Se trataba de un hombre llamado Mateo, un personaje de doble cara en Puerto Bella, considerado una figura de peso en la región. Este individuo contaba con conexiones muy sólidas en todos los niveles y, además, tenía respaldo de altos mandos.
Mateo controlaba en realidad decenas de empresas, cuyos representantes legales eran personas sin ningún vínculo familiar ni personal con él, simples testaferros para cargar con la responsabilidad. Esas empresas, aunque aparentemente legítimas, se dedicaban en el fondo a actividades ilegales y delictivas.
Andrés, colgando su abrigo en el perchero, comentó: —Mis hombres descubrieron que Mateo se reunió con Daniel pocos días después de que este regresara al país. Todo indica que Mateo pretende apoyarse en Daniel.
—Daniel tiene un poder enorme en Solévia, posee múltiples negocios a su nombre. Mateo busca apoyarse en él para abrirse al comercio internacional. Daniel, por su parte, tiene una base débil en nuestro país y necesita un socio. Comparten intereses similares y por eso conectaron de inmediato. Me temo que ya deben estar planeando cómo enfrentarme.
Luisa frunció el ceño: —¿Y qué piensas hacer?
—No te preocupes, Luisita. Ya tengo preparada una estrategia. Daniel no podrá mover ficha en nuestro territorio.
—Mmm... —Luisa, aunque tranquila en apariencia, seguía preocupada por la situación de Andrés.
—¿Ha venido alguien extraño últimamente? —preguntó Andrés.
Había designado varios guardaespaldas para vigilar día y noche la villa y proteger a Luisa. Cualquier movimiento sospechoso habría sido reportado de inmediato. Aun así, quería preguntárselo directamente.
Luisa negó con la cabeza: —No.
—Bien. No confíes en ningún desconocido.
—Lo sé.
En una suite de hotel con una iluminación tenue y cargada de insinuación.
Un hombre, con los ojos cerrados, jadeaba con pasión: —¡Luisa, Luisa...!
—Carlos.
De repente, Carlos levantó la mano y abofeteó a Carolina.
—¡Cállate! ¡Te dije que en la cama no hables!
Mientras Carolina guardara silencio, Carlos podía imaginar que era Luisa.
Con los ojos llenos de lágrimas, mordiendo sus labios, Carolina soportaba la humillación.
Mientras pueda permanecer junto a Carlos, ¿qué significa un poco de humillación?
...
En Residencial Las Palmas.
Lucía llamó con entusiasmo: —Abogada Luisa, Leticia será dada de alta mañana. Voy a ir al hospital a recogerla, ¿quieres venir conmigo?
—No, últimamente no me conviene salir.
—¿Ocurrió algo?
Luisa, de pie en el jardín, jugaba distraída con las hojas de una planta perenne: —Hubo un problema en casa, y por eso no puedo salir estos días.
Lucía, comprendiendo que se trataba de un asunto privado, no insistió más: —Está bien. Entonces iré sola. ¿Quieres que le diga algo de tu parte a Leticia?
Con voz suave, Luisa respondió: —Dile que me alegra que le den el alta, que le deseo mucha felicidad. Cómprale un regalo de mi parte, en un rato te transfiero algo de dinero.
Lucía se apresuró a rechazar: —No hace falta, todavía me queda mucho del dinero que me diste la última vez.
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