El Secreto de Mi Prometido romance Capítulo 183

Carlos sabía que Luisa no podía ser tan cruel.

Todavía mantenía esperanza.

...

Andrés había comprado para Luisa una villa con vistas al mar, con una superficie de más de seiscientos metros cuadrados, que incluía una gran piscina y un jardín trasero.

Sentada en el columpio del jardín, se podía contemplar el vasto y azul océano.

La villa estaba completamente amueblada y decorada según el gusto de Luisa, lo que demostraba el cuidado puesto por Andrés.

Luisa supervisaba a los empleados de la empresa de mudanzas para asegurarse de que colocaran correctamente el equipaje.

Había dejado los muebles y electrodomésticos en el apartamento, llevándose solo algunos objetos personales.

Una vez organizado todo, Luisa se dio un baño, se tumbó en la amplia y cómoda cama y durmió profundamente.

...

Santiago pensaba que Carlos tenía problemas psicológicos.

Carlos se engañaba a sí mismo diciendo que Luisa aún lo amaba.

Cuando Santiago visitaba a Carlos, siempre lo encontraba hablando solo; al prestar atención, se daba cuenta de que estaba conversando con Luisa.

Lo alarmante era que esta "Luisa" era una invención de la imaginación de Carlos.

Santiago le dio una palmada en el hombro y le dijo: —Amigo, no me asustes.

Carlos, aparentemente sordo a su entorno, seguía charlando felizmente con "Luisa".

Incluso durante las comidas actuaba de manera extraña, colocando un cubierto adicional y afirmando que Luisa también comería.

Santiago trató de convencer a Carlos para que viera a un psicólogo.

Carlos se negó rotundamente, convencido de que no tenía problemas psicológicos.

Finalmente, Santiago y Diego tuvieron que llevar a Carlos al hospital a la fuerza.

Este señor Carlos no solo estaba enfermo, sino que su caso era grave.

Yolanda rápidamente adoptó un enfoque profesional y comenzó a dialogar con Carlos.

El agitado Carlos gradualmente se calmó y empezó a seguir el razonamiento de la psicóloga.

Yolanda le explicó a Carlos que su estado mental era muy peligroso.

Con su estado actual, era muy probable que realizara actos extremos.

Carlos sonrió amargamente y dijo: —No te voy a engañar, ya lo hice.

Yolanda frunció el ceño.

Carlos murmuró: —Hace unos días intenté suicidarme, pero no lo conseguí.

Dicho esto, Carlos se remangó para mostrarle a la psicóloga la terrible cicatriz en la muñeca de su mano izquierda: —Esta cicatriz es la prueba de mi amor por ella.

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