Los invitados alrededor comenzaron a mirar de reojo y a cuchichear en voz baja.
Luisa respiró hondo, cerró los ojos y, al abrirlos de nuevo, una frialdad imponente se reflejó en su mirada. —Valentina, ¿lo hiciste a propósito, verdad?
Valentina, quien dominaba el arte de parecer inocente, frunció los labios en una expresión de tristeza. —Luisa, claramente fuiste tú quien no miró por dónde iba y chocaste conmigo. ¿Cómo puedes decir que lo hice a propósito? Este es el lugar de ustedes, la familia González. ¿Cómo me atrevería a chocarte a propósito?
En ese momento, Catalina y Fernanda también vieron que Luisa se acercaba.
—Valentina, deja de fingir.— Fernanda la empujó sin contemplaciones. —¿Quién no sabe que estás celosa de Luisita? Ese vino tinto que derramaste fue hecho de forma intencional. Querías avergonzarla delante de todos.
Valentina, de repente, dejó que las lágrimas se acumularan en sus ojos. —¿Qué pruebas tienes para decir eso?
Fernanda respondió indignada: —Lo que hiciste antes en el campo de equitación y en el Cerro de la Luna ya lo dejaste claro. ¿Realmente piensas que somos tontos?
Valentina, al borde del llanto, murmuró: —¿Qué he hecho yo?
Fernanda la miró fríamente. —Delante de tanta gente, ¿quieres que lo diga con todas sus letras?
—¿Qué pasa, Valentina?— doña Ximena se acercó al oír el alboroto.
Valentina se apresuró a acercarse a doña Ximena, agarrándole del brazo con una expresión de gran aflicción, y sollozando, dijo: —Abuela, ellas me están acosando entre todas.
Luisa soltó una risa fría, ya sin poder contenerse, y delante de doña Ximena expresó con enojo: —Con doña Ximena de la familia Martínez protegiéndote, ¿quién podría acosarte?
—Abuela, mira lo que hace.— Valentina sollozaba mientras tiraba de la manga de doña Ximena.
Doña Ximena respondió furiosa: —¡Luisa, no te pases!
—¿Yo me paso? Doña Ximena, ¿así es como educa a su nieta? Dice que no tengo modales ni educación, ¡debería ver bien lo que ha estado haciendo su nieta!
¿Por qué Luisa se convirtió en el centro de atención apenas llegó?
¡No podía soportarlo!
Si las cámaras mostraban que ella había chocado a propósito, su abuela ya no podría seguir protegiéndola.
No, no podían revisar las cámaras.
En ese momento, Valentina vio de reojo la figura de Andrés.
Rápidamente, mordiéndose el labio con una expresión dolida, se disculpó: —Luisa, lo siento. Todo fue mi culpa. Por favor, no te enojes.
Andrés se acercó, preguntando: —¿Qué está pasando, Luisa?
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