Fernanda mostró una cara de desagrado. —¿Todavía quieres vender la foto? Mira esa cara de comerciante deshonesto que tienes, es una vergüenza. No digas que eres mi hermano.
Sergio respondió: —Cállate, tú no sabes nada.
Andrés, sin molestarse, sonrió con una expresión divertida en los ojos. —¿Treinta mil dólares?
Sergio negó con la cabeza. —Esta es una foto tuya con Luisita, ¿tan hermosa y solo ofreces treinta mil dólares? Precio fijo, trescientos mil dólares. En su próxima boda podrían mostrarla en una gran pantalla, mírenla, ¡qué bien se ve!, la atmósfera, la iluminación, ¡es perfecta!
Luisa no pudo contener la risa y dijo: —Sergio, realmente eres un comerciante deshonesto, ¿vender una foto por trescientos mil dólares?¿Quién hace negocios así?
—Trato hecho.— Andrés no dudó. —Envíamela a mi correo, ya que WhatsApp va a comprimir la calidad de la imagen.
Sergio, con una sonrisa de oreja a oreja, levantó el pulgar hacia Andrés. —¡Directo al grano! ¡Me gusta la gente generosa como tú!
Luisa observaba boquiabierta, movió los labios, pero al final no dijo nada.
Después de todo, no era su dinero el que se gastaba, que él hiciera lo que quisiera.
Luisa miró la hermosa puesta de sol frente a ella, se sintió completamente serena, como si incluso su pecho se hubiera expandido. Entrecerró los ojos y, enfrentando el viento, extendió sus brazos y gritó con alegría.
El cansancio de los últimos días se disipó en ese momento, y Luisa se sintió más relajada que nunca.
Fernanda también gritó, y las voces emocionadas de las chicas resonaron en el valle, espantando a algunos pájaros.
Valentina, exhausta, subió respirando con dificultad y al escuchar a Luisa y Fernanda gritar, frunció el ceño descontenta, con una expresión de desagrado.
Paula, a su lado, rodó los ojos y comentó: —Esa Fernanda que dice que soy una desvergonzada, ¿y ella gritando no lo es? Eso no es el comportamiento de una dama distinguida.
Sara intervino: —Paula, no te preocupes por ella. ¿Quién podría ser una buena persona si se lleva bien con Luisa?
Con esa frase, Sara menospreció tanto a Luisa como a Fernanda, haciendo reír a Valentina y Paula.
—¿Pero puede el celular compararse con la cámara réflex?
—No, pero tampoco está mal.— Fernanda sacó el palo selfie, colocó el celular y dijo: —Catalina, Luisita, vengan y pónganse a mi lado.
Catalina y Luisita se acercaron, una a cada lado de Fernanda.
Andrés se colocó al lado de Luisita, Juan al lado de Catalina, y Sergio, encogiéndose de hombros, conscientemente se posicionó junto a Andrés.
Fernanda extendió el palo selfie, lo levantó y con una sonrisa dijo: —¡Uno, dos, tres, patata!
Las tres chicas sonrieron radiantes, todas haciendo el signo de "¡yay!", mientras los tres hombres solo levantaron levemente las comisuras de sus labios en una sonrisa sutil, creando una escena armoniosa.
Fernanda tomó varias fotos, las chicas cambiaron de expresión y pose varias veces, mientras los hombres mantenían la misma expresión y postura.
Valentina, observando desde un lado, sintió cómo la envidia crecía dentro de ella. ¿Por qué no la llamaron para la foto grupal?
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