El Regreso de la Heredera Coronada romance Capítulo 515

Vicente estaba advirtiendo a Emilio que se mantuviera alejado de Ángeles.

Este acto de protección autoritaria y sumamente dominante era una declaración irrefutable.

También era una advertencia.

Emilio, sin embargo, soltó una risa burlona y replicó con pereza: —¿Que no se puede querer? ¿Y si yo la quiero igual?

—Esto... —El subordinado se secó el sudor y decidió probar con otro enfoque, sugiriendo con cierta cautela—: Señor Emilio, a Ángeles tampoco le gusta usted. ¡La fuerza no trae felicidad!

—La fuerza no trae felicidad... —Emilio dejó escapar una risita y añadió—: Pero si es por la fuerza, a mí sí me alegra.

El subordinado se quedó sin palabras.

Estaba sorprendido por aquella lógica aparentemente impecable.

Pero, ¿realmente no traería consecuencias enfrentarse al señor Vicente?

¿Valía la pena correr ese riesgo por una sola mujer?

El subordinado meditó profundamente y terminó diciendo con resignación: —Señor Emilio, el mundo está lleno de mujeres hermosas. Si usted quiere, habrá muchas dispuestas a lanzarse a sus brazos. ¿Por qué obsesionarse con Ángeles?

Emilio volvió a reírse, esta vez con fuerza, haciendo vibrar todo su pecho como si hubiera escuchado una excelente broma.

Los demás no comprendían la razón de esa risa.

Después de un largo rato, Emilio contuvo su risa, bajó la mirada y susurró, casi imperceptiblemente, con una voz que pronto se dispersó en el viento:

—Ya no existe, ni existirá otra...

En este mundo habrá muchas mujeres hermosas, pero Ángeles es única.

...

Ángeles llevó a Rafael y Nancy a un sitio seguro. Les entregó agua y comida y, finalmente, sacó medicinas para tratar sus heridas.

—Sí, Ángelita, salgamos juntos. —Rafael apenas podía mantenerse en pie, las palabras escapaban dificultosamente de entre sus dientes.

Había recibido una mordida en el talón, y con la tensión anterior olvidó el dolor, pero ahora, en calma, el ardor reapareció intensamente, casi insoportable.

Nancy fue la primera en notar su sufrimiento y exclamó preocupada: —Cariño, ¿qué te pasa?

Rafael ya no pudo resistir más y se desplomó en el suelo, bañado en sudor frío por el intenso dolor.

—Ángelita, rápido, mira qué le pasa a tu papá. Creo que le picó una hormiga justo aquí... ¡Ah! —Nancy levantó el dobladillo del pantalón de Rafael y gritó horrorizada.

Aquello no era una simple picadura: la herida estaba inflamada y supuraba pus.

Nadie podía creer que una picadura de hormiga pudiera causar semejante daño.

Ángeles examinó rápidamente la lesión y, con voz seria, explicó: —Estas no son hormigas normales; son hormigas bala, y por lo que describen, podrían tratarse de una variante mutada. La picadura duele más que un balazo, y en casos graves podría incluso ser mortal.

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