El Regreso de la Heredera Coronada romance Capítulo 493

—¡Nunca deberíamos haberte criado, hubiera sido mejor ahogarte en el inodoro desde el principio!

—¡Eres una desgraciada, una persona que solo trae desgracias!

¡Ángeles, tienes que pagar con tu vida por la de Rubén!

Braulio, furioso, con los ojos desorbitados, sacó unas tijeras del bolsillo y se lanzó contra Ángeles.

Hugo estaba a punto de intervenir, pero vio cómo Ángeles sujetaba con facilidad la muñeca de Braulio y, con un rápido movimiento de rodilla, lo volteaba al suelo.

Acto seguido, Ángeles tomó un puñado de tierra y césped del jardín y se lo metió en la boca a Braulio.

El daño no era grave, pero la humillación era extrema.

Braulio intentó escupir instintivamente, pero Ángeles le sujetó con fuerza la mandíbula, impidiéndole abrir la boca.

Al ver esto, Lorena soltó un grito y, como una desquiciada, se lanzó contra Ángeles, arañando y rasguñando con sus uñas afiladas y largas, que parecían más armas que un adorno.

Ángeles la derribó de una patada y, con la misma técnica, le tapó la boca de la misma manera.

Los dos, que hacía un momento insultaban y vociferaban con furia, ahora estaban encorvados, uno a cada lado, escupiendo desesperadamente.

Cuando terminaron, el asqueroso sabor a tierra seguía impregnando sus bocas, provocándoles náuseas.

Ángeles, con el rostro inexpresivo, habló con tranquilidad: —Fue Paula quien los envió, ¿verdad?

La dirección de su nueva casa no era algo que cualquiera pudiera saber. Ni siquiera Rafael y Nancy estaban al tanto. Solo Paula, ahora aliada con la familia Ruiz, podía haber conseguido esa información.

Braulio abrió la boca para maldecirla, pero al ver que Ángeles sostenía otro puñado de tierra fresca en la mano, cerró la boca de inmediato.

Lorena, con el cuello tenso y los ojos llenos de rabia, exclamó: —¿Y qué si fue así? ¡Sin nosotros, nunca habrías logrado nada de lo que tienes hoy!

Al escuchar esto, Ángeles soltó una risa repentina: —Si no fuera porque ustedes me intercambiaron deliberadamente con Paula, en efecto, hoy no estaría donde estoy, sino que...

Pero se detuvo. No valía la pena seguir pensando en eso.

Sin preocupaciones, ambos se recuperaron al instante, como gallos de pelea listos para atacar de nuevo. Y todavía tuvieron el descaro de decirle a Ángeles:

—Ya que lo sabes, entonces más razón tienes para estar agradecida con nosotros. ¡Ni siquiera eres nuestra hija, y aun así te dimos de comer y te criamos! Ahora que eres poderosa, ¿no deberías compensarnos?

Hugo, al escuchar esto, no pudo evitar torcer el rostro con incredulidad. ¡Qué gente más despreciable!

Ángeles se llevó una mano a la barbilla y sonrió.

Todos los villanos tienen algo en común: nunca reflexionan, nunca se consumen en sus propias contradicciones, por lo que no tienen remordimientos ni cargas morales.

Si algo les beneficia, lo toman por la fuerza, sin importar los medios. Si algo no les conviene, lo rechazan sin dudarlo.

En resumen: ¡Yo nunca estoy equivocado, el equivocado eres tú!

Y en otra frase: A pesar de todo el daño que te hice, ¡deberías estarme agradecido!

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