—Hugo, ¿cómo la has llamado?
Belén, con el rostro tenso y sin rastro de sonrisa, con una mirada repentinamente penetrante y maliciosa, preguntó: —¿Cómo la llamaste recién?
Hugo sonrió de forma despreocupada y respondió: —Señora Pérez, ¿hay algún problema?
—¿Quién te dio permiso para llamarla así? Sin una posición legítima, no es adecuado. ¡Hay muchas mujeres que desean casarse en la familia Pérez! Ciertas personas no deberían albergar ilusiones.
Belén miró fijamente a Ángeles, claramente refiriéndose a ella con ese "ciertas personas".
Hugo negó con la cabeza, aún manteniendo su cortesía habitual, pero su expresión se volvió más seria al responder: —Señorita Belén, parece que estás excediendo tus límites. Los deseos del señor Vicente no son algo que puedas interpretar.
—¡Tú...!
Esta frase era un recordatorio para Belén de que se fijara en su propio estatus.
En casa Pérez, ella era apenas una invitada, y tratar de interferir demasiado en los asuntos de la familia Pérez era sobreestimarse.
Belén, incapaz de contener su ira pero sin ninguna base para reprochar, solo pudo contener su furia y miró a Ángeles con una risa fría.
Ja.
Qué aguante.
Algún día le mostraría a Ángeles que el lugar de la señora de la familia Pérez solo podría ser suyo.
Ángeles, por supuesto, sintió la mirada intensa sobre ella; si las miradas pudieran matar, probablemente ya estaría llena de agujeros.
Qué situación más absurda.
Con algo de impaciencia, Ángeles dijo fríamente: —Decidan si quieren el tratamiento o no, si no, déjenlo estar.
Ella había llegado con el estatus de Médico divino, ¿acaso pensaban que un Médico divino no tenía temperamento?
Quien busca curación debe tener una actitud de solicitud.
Belén guiaba el camino, mientras Ángeles caminaba sin prisa. Hugo estaba encargado de proteger la seguridad de Ángeles, pero ahora en casa Pérez, no había peligro real, así que tomó la iniciativa de llevar el maletín médico.
Aún así, Hugo no paraba de hablar, casi en cada paso, le explicaba algo a Ángeles:
—Señora Pérez, mira ese estanque al lado, está lleno de peces que brillan, el señor Vicente solía venir a alimentarlos cuando estaba en casa.
—Señora Pérez, al frente hay un jardín, creo que te gustará, hay muchas flores y en esta temporada todas deberían estar floreciendo.
—Señora Pérez...
La diligencia de Hugo, y esos constantes "señora Pérez", Ángeles no mostraba mucho interés, pero era evidente que Belén estaba furiosa, conteniéndose para no estallar.
Cruzaron un opulento salón, giraron en un largo corredor, y finalmente Belén se detuvo.
—Hemos llegado.
Estaban en un jardín, tal como Hugo había dicho, lleno de flores en plena floración, con muchas variedades preciosas luciendo especialmente vibrantes.
Comentários
Os comentários dos leitores sobre o romance: El Regreso de la Heredera Coronada