El Regreso de la Heredera Coronada romance Capítulo 468

—Yo, yo...

Ángeles, con las manos temblorosas, intentaba explicar lo inexplicable cuando de repente, el rostro impresionantemente bello de Vicente se agrandó ante sus ojos. Justo antes de que la sombra lo cubriera, escuchó la voz ronca de Vicente decir:

—Ahora, es mi turno.

—Tú... mmm...

Las palabras de Ángeles fueron interrumpidas, bloqueadas por un beso que distaba mucho de ser suave o superficial como los anteriores. En este momento, Vicente era visiblemente más feroz, como si quisiera devorarla, sus manos apretaban continuamente su cintura.

Era un asalto arrebatador, una conquista tumultuosa.

Finalmente, Vicente, con una ferocidad inusitada, le mordió. Ángeles, no dispuesta a mostrarse débil, le respondió con una mordida igual de intensa. Lo que comenzó como un beso en un torbellino de pasión adquirió un tinte de combate.

Quién cedió primero era incierto, como también lo era quién había empezado.

Todo ocurrió tan naturalmente.

Era lo obvio, lo esperado.

Cuando Ángeles abrió los ojos al día siguiente, su expresión era digna de ver.

Vicente, disfrutando del momento, no pudo evitar sonreír al verla, pero su corazón poco a poco se hundía. Mirando fijamente a los ojos de Ángeles, preguntó: —¿Te arrepientes?

Ángeles parpadeó, consciente de que, aunque el impulso de la noche anterior había sido espontáneo, conocía bien la razón detrás de ello:

Por amor, por emoción, por deseo.

Mirando a Vicente a los ojos, con su rostro y sus orejas ligeramente enrojecidos, pero sin desviar la mirada, respondió: —No, no me arrepiento.

Vicente pausó un momento, luego sonrió: —Ángeles, recuerda que fuiste tú quien lo dijo.

—Sí.

Ángeles parpadeó, ya fuera indulgencia o sumisión, su corazón había tomado la decisión mucho antes de dar ese paso.

Hambrienta, Ángeles decidió no preocuparse por la dominante presencia de Vicente y se sentó a comer sin reservas.

La comida estaba deliciosa, en sintonía con sus gustos y preferencias culinarias.

Intrigada, Ángeles miró a Vicente y preguntó: —¿Has investigado sobre mí?

¿Cómo si no sabría exactamente lo que le gustaba?

Vicente, sirviéndole un bol de sopa, respondió con una sonrisa: —No. Simplemente recuerdo lo que comes cuando cenamos juntos.

Esa respuesta tan común hizo que Ángeles se detuviera, reflexionando por unos segundos.

En casa de los Castro, ni Rafael y Nancy, ni Braulio y Lorena se habían tomado el tiempo para observar sus preferencias culinarias, para considerar qué le gustaba o disgustaba.

Las veces que Vicente y ella habían comido juntos no eran muchas, pero él las había recordado todas.

Ángeles se sentía sutilmente conmovida.

Histórico de leitura

No history.

Comentários

Os comentários dos leitores sobre o romance: El Regreso de la Heredera Coronada