El Regreso de la Heredera Coronada romance Capítulo 452

Nancy empujó con fuerza a Ángeles, y las huellas de los dedos de Nancy quedaron marcadas en el delicado brazo blanco de Ángeles, que se volvió completamente rojo.

Aureliano observó la escena en silencio y, con una sonrisa fría, dijo: —Señora Nancy, no me diga que ni siquiera sabe si su hija sabe de medicina.

Nancy pareció quedar sorprendida por la noticia. Sus pupilas se contrajeron y su rostro mostró incredulidad.

Ángeles miró a Aureliano con una leve expresión y dijo en voz baja: —Sal y quédate afuera. No entres si no te lo digo.

—Sí, señora...

Aureliano salió obedientemente.

La puerta del consultorio se cerró nuevamente.

En el silencio que siguió, la tensión seguía palpable, sin que nadie cediera.

Ángeles, después de un momento, dijo: —Señora Nancy, cuando haya tomado una decisión, regrese. Tengo algo que hacer, me voy.

Ángeles abrió la puerta y estaba a punto de irse.

De repente, la voz de Nancy resonó detrás de ella: —Ángelita, no es que no confíe en ti, es que no me atrevo a hacerlo. Si algo le pasa a tu padre, no lo voy a soportar...

Esas palabras sonaban como si ella hubiera hecho algo para perjudicarlos en el pasado.

Ángeles, con una mueca irónica, no dijo nada. Simplemente dio un paso largo y salió del consultorio.

Nancy se volvió y, mirando a Rafael, que estaba atado a la cama, sintió una punzada en su corazón.

Durante este tiempo, ella había llevado a Rafael de un hospital a otro, buscando médicos famosos. Había gastado mucho dinero, pero ninguno había podido hacer que Rafael volviera a la normalidad.

Finalmente, recordó el Centro Médico Sanar.

Después de que el médico famoso del Centro Médico Sanar lo revisara, también negó con la cabeza, diciendo que solo el maestro de ellos podría tratarlo, y que solo entonces Rafael tendría alguna posibilidad de recuperar la normalidad.

En su momento, Nancy no lo había tomado en serio, no le prestó atención. Pero ahora, al ver todo esto con sus propios ojos, finalmente lo creyó.

¡Ah, la aguja de oro!

Nancy sintió un escalofrío en el corazón.

La aguja de oro que el señor Gonzalo dejó en su testamento, la familia Vargas se la entregó a ella. Pero en ese momento, simplemente la guardó sin pensar mucho en ello, y por su enojo de que Ángeles no estuviera en el funeral del señor Gonzalo, la había entregado a Paula para que jugara con ella.

Después, parecía que Paula la había vendido...

Nancy fue la primera en sentirse algo arrepentida, incluso algo frustrada.

Pero esa emoción no duró mucho, ya que Ángeles ya se acercaba hacia ella, y con voz calmada dijo: —Puedo probar a ponerle las agujas a Rafael, pero no puedo garantizar que despierte.

Nancy, desesperada, asintió con la cabeza, sin dejar de mirarla.

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