El Regreso de la Heredera Coronada romance Capítulo 397

Ángeles solo echó un ligero vistazo a lo lejos y luego apartó la mirada.

—Vamos.

—¿Ah? ¿Aún no he visto bien y ya nos vamos?

El taxista, que apenas había encendido un cigarro, miraba pensativo, pero con gran reluctancia apagó el cigarro y continuó conduciendo a regañadientes.

Al pagar la tarifa, Ángeles regresó a su apartamento y, casi por costumbre, intentó contactar en ese momento a Beatriz. Ya había abierto su WhatsApp, pero en ese instante se dio cuenta tristemente de que Beatriz ya no estaba.

La conversación se había detenido la semana pasada.

A partir de ahora, los mensajes que enviara nunca recibirían respuesta.

Después de la muerte de Beatriz, Osvaldo, con el dinero que Ángeles le había dado, se mudó rápidamente con su esposa e hijo a un lugar mejor, buscando una vida más prometedora.

La casa antigua que estaba frente a su apartamento la entregaron directamente a la agencia para venderla.

Cuando Ángeles subía las escaleras, de repente se cruzó justo con un agente inmobiliario que estaba mostrando la propiedad a unos posibles compradores. La puerta principal estaba abierta, y de vez en cuando se oían ligeros ruidos provenientes del interior.

Ángeles entró, miró rápidamente alrededor y se dirigió directamente a la habitación de Beatriz.

Aunque se llamaba habitación, en realidad era un simple cuarto improvisado de almacenamiento, sin puerta, solo una cortina separando el espacio.

Adentro, además de algunos trastos viejos, había simplemente una cama individual y un escritorio antiguo, muy sencillo y precario.

Era la primera vez que Ángeles estaba en la casa de Beatriz.

Debajo de ese viejo sencillo escritorio, había varios libros amontonados, y en el fondo había uno con una portada distinta. Ángeles lo sacó y descubrió que era el diario de Beatriz.

El diario estaba bastante grueso, parecía de hace años. Las primeras páginas habían sido arrancadas, pero las siguientes aún estaban completas.

Tal vez por alguna razón, quizás porque sus padres o su hermano lo leían a escondidas, Beatriz arrancó las páginas anteriores y dejó de escribir por un largo tiempo.

[No puedo describir lo que sentí en ese preciso momento, solo quería llorar.]

[Era como si pensara que ya había llegado al final, pero alguien me acompañaba, dándome el valor suficiente de seguir adelante.]

[Ángeles, gracias.]

[Gracias por salvar a la pobre y desamparada .]

El diario era largo. Ángeles lo leyó todo y luego se quedó de pie, mirando fijamente en el mismo lugar durante un largo tiempo.

En ese instante, cuando salvó a Beatriz y ayudó a vengarse de la persona que había difundido los rumores, para Ángeles fue solo algo pequeño, algo que podía hacer.

Pero para Beatriz, esa pequeña acción fue vista como una tabla salvación, y al final, incluso estuvo dispuesta a dar su vida para protegerla de la bala que la alcanzaba.

Qué tonta.

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