Héctor cerró sus pequeños puños y se inclinó para besarla.
Camila se sintió mareada por el beso: —Héctor, ¿acaso no te has duchado?
Héctor la miró intensamente, como una fiera que acecha a su presa: —Camila, te necesito, ¿puedo?
Él expresó su deseo por ella.
El rostro ovalado de Camila se sonrojó inmediatamente, mordió su labio rojo y asintió con la cabeza: —Sí.
Héctor se inclinó para besarla de nuevo.
Sin embargo, Camila lo detuvo.
Héctor preguntó con voz ronca: —¿Qué sucede?
Camila respondió: —¿Podemos ir a la cama? Estoy un poco nerviosa, es que...
Ella confesó que era su primera vez.
Héctor inmediatamente levantó su mano, la cargó horizontalmente y ambos se acomodaron en su amplia y suave cama.
Al sentir la rigidez de su cuerpo, Héctor tomó su pequeña mano y la entrelazó lentamente con la suya: —Si te sientes incómoda, dímelo. Yo tampoco tengo experiencia.
Ambos estaban en sintonía.
Los ojos de Camila brillaron, y ella lo besó activamente.
...
Después de un tiempo indefinido, Camila yacía recogida en la cama, con la frente sudorosa y las mejillas tan rojas como si estuviera maquillada, tan linda como una rosa en pleno florecimiento.
Héctor la abrazó por detrás, enterrando su rostro en su cabello y acariciándolo fascinado.
—¿Quieres ducharte? —preguntó él.
Camila se giró para mirarlo con ojos llorosos: —Entonces llévame en brazos.
Héctor asintió: —Bueno.
Héctor se levantó de la cama y notó la mancha de sangre en la sábana; había sido su primera vez.
Héctor la levantó en brazos, Camila cubrió su cara con timidez, y ambos entraron en la ducha.
Camila preguntó con timidez: —¿Qué estás haciendo?
Héctor la observaba fijamente: —Todavía te deseo.
Camila lo sabía, había preguntado a propósito: —Entonces quiero hacerte una pregunta primero.
—¿Qué pregunta?
—¿Te gusto? Dime primero, ¿te gusto o no?
Esta pregunta era de suma importancia para Camila.
Héctor se acercó y la besó: —¡Claro que si me gustas! ¡Y me gustas mucho!
Héctor le gusta Camila.
Él se lo confirmó a Camila con una voz grave y muy seria.
Camila sonrió con los labios rojos y extendió sus brazos alrededor del cuello de Héctor: —¡Yo también te amao!
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