Francisco se giró y vio a Alberto: —Jefe, ¿necesita algo más?
Alberto, aún inquieto, siempre percibía que algo malo estaba a punto de suceder; apretó ligeramente los labios: —Ve a ver cómo está Raquel…
Antes de que Alberto pudiera terminar su frase, Ana soltó de pronto un grito de dolor.
Alberto se levantó asustado: —Ana, ¿qué sucede?
—Alberto, me duele el corazón.
El cuerpo de Ana se debilitó y cayó directo en los brazos de Alberto.
Francisco se acercó apresurado: —Jefe...
Ana, aún mirando a Francisco y viendo que él iba a hablar de nuevo, con rapidez levantó la mano y agarró el cuello de Alberto: —Alberto, me duele demasiado el corazón, llévame pronto al hospital.
Ana puso su mano sobre su corazón: —Aquí me duele y es muy incómodo, casi no puedo casi que respirar.
Alberto preocupado levantó a Ana en brazos: —Ana, te llevaré al hospital ahora mismo.
Alberto se llevó corriendo a Ana en brazos.
...
Camila había llegado a toda prisa ya al apartamento de Laura. Estaba a punto de levantar la mano para llamar a la puerta, pero de pronto la puerta del apartamento se abrió sola.
Camila, llegando jadeante, entró de inmediato: —¡Raquelita, Laura! Raquelita, Laura, ¿dónde están?
El apartamento estaba silencioso y en completo desordenado, pero ni Raquel ni Laura estaban a la vista.
Camila se sintió muy inquieta; Raquel había llegado antes que ella, pero no había rastro alguno de ninguna de las dos.
Camila entró en pánico y sacó su celular para llamar a Alberto.
El tono melódico del teléfono sonaba, pero nadie contestaba. Camila, angustiada, dijo: —¡Alberto, por favor, contesta el celular! Raquelita está en problemas, ¡el bebé de Raquelita está en peligro! ¡Alberto, contesta el celular!
Pronto, una voz femenina fría y mecánica respondió del otro lado: —Lo siento mucho, la llamada que intenta hacer no puede ser atendida en este momento, por favor intente llamar más tarde.
Alberto no contestó el celular.
Camila estaba a punto de enloquecer, en una situación tan crítica en que Raquel y su bebé estaban en peligro, Alberto no respondía.
Camila volvió a marcar: —Alberto, el niño que Raquelita lleva es tuyo, si algo les pasa a Raquelita y al niño, te arrepentirás toda la vida de loque hiciste. ¡Contesta el teléfono ahora, maldita sea qué estás haciendo!
Alberto aún no respondía, y de nuevo la voz fría y mecánica del otro lado dijo: —Lo siento, la llamada que intenta hacer no puede ser atendida en este momento, por favor intente llamar más tarde.
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