Alberto sostenía la taza y bebía tranquilamente un sorbo de agua tibia.
El agua tibia se esparció en su boca y, mientras se deslizaba y pasaba por su prominente garganta.
Antes no sabía que ella era La Invencible, pero ahora que lo sabía, ¿por qué había venido a su lado?
En Harvard, se tomó una foto con él.
Después de que él quedara en estado vegetativo, ella abandonó en su punto máximo su carrera para casarse con él y dedicarse por completo a las labores del hogar. ¿Cuánto le gustaba él realmente?
Alberto revisó uno a uno todos sus recuerdos y no recordaba haberla conocido; no la reconocía.
¿Cuándo comenzó a gustarle a él, qué causó esos sentimientos?
Eso quería preguntarle.
Siempre había sentido que algo había sucedido entre ellos en el pasado, pero lo había olvidado.
La alta y atractiva figura de Alberto estaba teñida de melancolía y desolación.
...
Raquel estaba cenando y Luis preguntó: —Raquelita, ¿qué quería el jefe Alberto contigo hace un momento?
Raquel tomó un bocado de camarones y despreocupada respondió: —No lo sé.
Laura intervino: —Señor Luis, no se preocupe usted por el jefe Alberto; además de Ana, él tiene un excelente trato con las mujeres. Con solo mover un dedo, muchas caen rendidas a sus pies. Es mejor que Raquelita mantenga su distancia.
Camila estaba de acuerdo con Laura: —Exactamente, Raquelita es la famosa La Invencible. Muchas personas desearían ver a La Invencible al menos una vez pero es difícil, sin embargo, Raquelita ha estado cuidándolo durante tres años. Esa suerte solo la tiene él, y aún así no la ha valorado.
Raquel levantó orgullosa su copa: —No hablemos más de él. Ahora solo quiero vengar a mi padre. Vamos, brindemos por eso.
—Salud.
—Raquelita, estás bebiendo leche, ¿no? Estás embarazada, no deberías beber otra cosa.
Camila, en la planta baja, presionó el botón para contestar la llamada: —Alberto, buenas.
La voz de Alberto sonaba fría al otro lado del auricular: —¿Por qué solo bajaron ustedes dos? ¿Dónde está Luis?
Camila levantó despreocupada una ceja: —Alberto, hablas del señor Luis, ¿eh? Él no bajó. Esta noche, el señor Luis va a quedarse en casa de Raquelita.
Los dedos largos de Alberto se crisparon, agarrando furioso el celular.
Camila continuó: —Alberto, ¿qué te sorprende? Ahora el Señor Luis y Raquelita están saliendo. Es bastante normal que vivan juntos. ¿No crees?
Dicho esto, Camila añadió con sarcasmo: —Alberto, tú muy tranquilo puedes ir a buscar a Ana, ¿no es así? Entre Raquelita y Ana, elegiste firmemente a Ana. ¡Dejaste a Raquelita y al niño atrás!
¿Niño?
Esa palabra golpeó un nervio sensible en Alberto, y lo captó de forma aguda: —¿Qué niño?
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