—Aunque eres una joven prodigio, después de casarte con el presidente Alberto y convertirte en ama de casa, te quedaste sin hacer nada; y tras tu divorcio, sigues sin logros. Ay, realmente no puedes compararte con las dos jóvenes de la familia Pérez.
Doña Sara tomó las manos de Ana y Rosa, su rostro irradiaba orgullo.
Raquel alzó una ceja y preguntó, —¿El Invencible hizo que vuestras propiedades aumentaran diez veces? Vaya, eso es impresionante.
—Raquel, no envidies. El Invencible es mi novio y nos casaremos pronto —dijo Rosa.
Raquel asintió y replicó, —Si vuestras propiedades se han multiplicado por diez, entonces, ¿ya les entregó ese dinero El Invencible?
Doña Sara se quedó perpleja.
—Parece que no lo ha mencionado; el dinero aún no ha regresado a las cuentas. Claro, El Invencible puede decir que creció todo lo que quiera. Sigo manteniendo mi opinión original: El Invencible es un estafador, tened cuidado.
Rosa se enfureció de inmediato; su novio era El Invencible, su mayor orgullo, y no permitía que nadie lo difame.
—Raquel, solo estás celosa de mí, celosa de que tengo un novio como El Invencible —dijo Rosa.
Ana, con sarcasmo, añadió, —Raquel no solo está celosa de ti, también lo está de mí, porque tengo a Alberto.
Justo entonces, una voz profunda y magnética interrumpió la conversación, —¿Qué están haciendo?
Raquel levantó la vista; era Alberto.
Alberto había llegado.
Ana se aferró de inmediato al brazo de Alberto, —Alberto, qué bueno llegaste. Estamos hablando con Raquel; nos envidia mucho a Rosa y a mí, porque Rosa tiene a El Invencible y yo te tengo a ti.
Raquel, con resignación, respondió, —Ana, esas son tus palabras, no las mías.
María intervino rápidamente, —Raquelita, envidiar a Anita y a Rosita no es algo de lo que debas avergonzarte, no te sientas mal.
Doña Sara intervino, —Basta ya, dejemos de escuchar sus fanfarronadas, vamos a comprar ropa.
Raquel levantó la vista, y ahí estaba Luis, regresando después de terminar su llamada.
La mirada clara de Raquel recorrió los rostros de los presentes y entonces sonrió, diciendo, —Ya que están tan interesados en mi novio, déjenme que os lo presente, mi novio ha llegado.
Raquel le hizo una señal con la mirada.
Todos siguieron la mirada de Raquel y vieron a Luis entrar.
Contuvieron la respiración.
Todos respiraron hondo, asombrados.
Ana exclamó, —¿Luis?
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