Raquel levantó la cabeza y vio a Carlos.
Carlos, que había estado dormido profundamente, se despertó al escuchar el ruido. Inmediatamente se levantó de la cama y apartó a Raúl de encima de ella.
Raúl, cegado por el deseo, no esperaba un ataque por detrás. No pudo mantener el equilibrio y se estrelló contra la pared.
El rostro de Carlos estaba muy pálido, pero su expresión era fría. Miró a Raquel y le preguntó: —¿Estás bien?
Raquel negó con la cabeza. —Estoy bien.
Fue entonces cuando Carlos miró a Raúl, apretó los puños y dijo: —¡Maldito!
Raúl, molesto por la interrupción, también estaba furioso. Maldijo: —Si ustedes dos están aquí, es gracias a mí. Si no fuera por mí, tu pierna ya estaría hecha trizas. ¿Y ahora me van a maldecir?
—¿Qué pasa con que me lo agradezcan? Ella ya no es virgen, ya está casada. Estar con un hombre es dormir, estar con varios hombres también es dormir.
Raúl dijo esto de manera descarada.
Carlos estaba furioso, las venas de sus manos se marcaban al máximo. Corrió hacia él y le dio un puñetazo.
Raúl, con la mirada feroz, lo enfrentó. Cuando Carlos se abalanzó sobre él, comenzó una pelea cuerpo a cuerpo entre los dos.
Raquel se levantó, su corazón palpitaba con miedo al ver la escena.
Carlos era experto en peleas, pero su pierna estaba gravemente herida y Raúl era mucho más grande y fuerte. Así que pronto Carlos se vio en desventaja.
Raúl, con rostro de furia, dijo: —Si se hubieran comportado, tal vez los habría dejado vivir, pero ahora que todo está roto, no tengo nada que ocultar. Ahora mismo te mataré, y a tu cuñada la tomaré aquí, convirtiéndola en mi esclava de diversión, jaja.
—En realidad, no quería salvarlos, pero tu cuñada es tan bonita que no pude resistirme. Parece que soy afortunado, ¿eh?
Mientras decía estas groserías, Raúl comenzó a apretar el cuello de Carlos, mostrando una expresión siniestra.
En ese momento, un fuerte "¡pum!" sonó cuando una silla fue lanzada desde atrás y golpeó con fuerza la cabeza de Raúl.
Raúl se quedó inmóvil, y de su frente comenzaron a brotar dos líneas de sangre.
—¡Carlos, ¿estás bien? —Raquel corrió hacia él para revisar sus heridas.
El cuchillo de Raúl no había alcanzado a Carlos directamente, pero sí había rasgado su brazo, y ahora la sangre comenzaba a brotar.
—Te has herido el brazo. Déjame vendarlo.
Raquel sacó un botiquín y comenzó a curar la herida de Carlos.
Ahora los dos estaban atrapados allí, y tras haber luchado contra Raúl, habían sobrevivido, por lo menos por ahora.
Carlos miró a Raúl, que yacía desmayado en el suelo. —Este Raúl es el hijo del alcalde. Si despierta mañana, estaremos en peligro.
Raquel también lo pensó. Raúl tenía una posición especial, y aunque por ahora estaban a salvo, seguía siendo una gran amenaza.
—Creo que afuera hay algunas hierbas medicinales. Voy a salir a recolectarlas, tú descansa.
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