Raquel miró a Alberto.
Alberto la observó con frialdad y luego dirigió su mirada a Ana, diciendo suavemente: —Regresemos.
Lo dio por hecho.
Y lo hizo frente a Raquel.
Ana sonrió dulcemente, sabiendo que en ese momento, el corazón de Raquel debía estar lleno de celos y resentimiento. Debía estar sufriendo mucho.
¿Una campesina iletrada aún queriendo ser su rival?
Era un sueño.
—Está bien.
Ana rodeó con su brazo el de Alberto y se dio vuelta para irse.
Pero pronto, una voz clara y melodiosa de Raquel llegó desde atrás: —Alberto.
Raquel estaba llamando el nombre de Alberto.
Alberto se detuvo y se giró.
Ana sonrió. —Raquel, ya estamos divorciados, ¿todavía sigues pensando en Alberto? ¿Quieres intentar recuperarlo?
Raquel, con su cuerpo delicado, permaneció erguida en el corredor. No prestó atención a Ana. Sus ojos, transparentes y nítidos, se posaron sobre el rostro elegante de Alberto. Dijo:—Alberto, yo te amé con mi vida.
Alberto la miró.
Raquel, con una voz clara y encantadora, continuó: —Nunca he pensado que amar sinceramente a una persona sea algo vergonzoso, y eso no debería ser motivo para que me insulten. Yo te amé de verdad, pero ahora de ese amor ya solo cenizas quedan.
Ya no lo amaba.
El cuerpo alto y erguido de Alberto se quedó ligeramente paralizado.
Pero en ese momento, apareció una nueva figura: Carlos.
Carlos se acercó y dijo:—Raquel, Alberto ya está divorciado de ti, ¿qué vas a decirle a mi Alberto? Qué cara más dura...
—¡Y tú, Carlos!—Raquel lo interrumpió directamente. —Mejor cállate cuando hables conmigo, o si no, voy a contarle a todos cómo te convertí de un jugador de élite en un novato en el juego. ¡Todos se van a reír de ti!
Carlos se quedó en shock, luego reaccionó como si le hubieran pisado la cola, saltando de inmediato: —¡Raquel, maldita mujer!
Raquel lo miró de arriba abajo: —Todavía hay algo peor. La próxima vez que me provoques, te haré pasar de novato a inservible.
¿Qué?
Carlos casi se ahoga de rabia.
Raquel no les prestó más atención y continuó su marcha con elegancia.
Carlos estaba tan furioso que casi estalla.—Alberto, ¡mira a esta Raquel!
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