Alberto estaba excitado, las comisuras de sus ojos se habían enrojecido.
Al escuchar las palabras de Raquel, se quedó rígido.
Levantó la mirada hacia Raquel.
Raquel señaló hacia la puerta con la mirada, —Presidente Alberto, ahora tendrás que reconciliarte con tu estrella Nahia.
Alberto, tan astuto como siempre, lo entendió todo de inmediato. Raquel no estaba intentando seducirlo realmente; estaba actuando para hacerle una escena a Nahia.
La lujuria en sus ojos desapareció al instante, y su mente volvió a la calma. Miró a Raquel con frialdad, —¡Bájate de mí ahora mismo!
Raquel no perdió tiempo y se apartó rápidamente.
Alberto se levantó y, con su imponente estatura, se plantó frente a la ventana. ¡Esa maldita mujer!
—Dime, ¿por qué me has buscado?
—Presidente Alberto, Laura no cortó el cable de seguridad de la estrella Nahia. Ella está siendo acusada injustamente. Espero que, por favor, considere liberar a Laura —expresó Raquel, dejando claro su propósito.
¿Laura?
¿Su amiga íntima?
Alberto no había prestado atención al accidente de Nahia cayendo del cable de seguridad, por lo que no sabía que tenía algo que ver con Laura.
El secretario Francisco le había informado, pero él había dejado que Nahia se encargara del asunto.
Resulta que Raquel había venido por su querida amiga.
Alberto giró la cabeza y esbozó una fría sonrisa, —Raquel, ¿me estás pidiendo un favor?
Raquel tembló ligeramente, y por Laura, no tuvo más opción que ceder, —Sí, presidente Alberto, te lo pido.
—Cuando pides algo, debes mostrar sinceridad. ¿Ya decidiste qué ofrecerme a cambio?
La pregunta directa de Alberto dejó a Raquel paralizada.
Sus ojos se posaron en su figura esbelta, la observó de arriba abajo con tono burlón, —Ni siquiera has pensado qué ofrecer, cuando lo decidas, vienes a verme.
Dicho esto, empezó a caminar hacia la salida.
...
Sin haber conseguido nada de Alberto, Raquel se dirigió a la comisaría para ver a Laura.
Pero el abogado Inocencio le informó, —Señorita Raquel, no podemos ver a la señorita Laura.
Raquel se quedó sorprendida, —¿Por qué?
El abogado Inocencio, con rostro grave, le explicó, —Porque el presidente Alberto ha dado órdenes de que no se le permita más visitas a la señorita Laura.
¿Qué?
¡Alberto había sido tan cruel! ¡Esto era un chantaje!
¿Laura estaba sola allí? ¿Cómo estaría?
Raquel sentía cómo sus ojos se enrojecían, y sus lágrimas amenazaban con caer. No quería hacer ese tipo de trato con Alberto, pero bajo su presión tan contundente, no veía otra salida.
—Señorita Raquel, ¿qué debemos hacer ahora?
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