El Arrepentimiento Llega Tarde romance Capítulo 94

El hombre que hablaba tenía un aire de distinción, diferente al frío desdén de Pedro y la dominante presencia de Salvador. Este hombre exhibía un aire despreocupado y privilegiado que era difícil de manejar, pues fácilmente podría convertirse en alguien tonto como Yago.

Sin embargo, dominaba completamente la atmósfera.

Lorena se vio obligada a responder, aunque no sabía quién era, y solo pudo sonreír torpemente.

El hombre, de unos ciento ochenta y seis centímetros, se acercó rápidamente y se inclinó hacia ella.

—Lorena, ¿cómo es que te encuentras en este lugar caótico? ¿Acaso es por Yago otra vez?

Rubén había regresado a Costadorada esa misma noche, aún sin ajustarse al cambio horario, con una mano casualmente en el bolsillo, aparentando una total despreocupación.

Lorena retrocedió dos pasos: —¿Quién es usted?

Al elevar una ceja, la sonrisa en los ojos de Rubén se enfrió: —¿Qué juego estás jugando ahora?

Antes de que pudiera continuar, Pedro intervino.

—Rubén.

Fue entonces cuando Lorena se dio cuenta de que él era Rubén de la familia Castro.

Rubén era también una figura central en el círculo de los poderosos. Se decía que tres años atrás, su familia había arreglado un matrimonio para él, del cual huyó, sin siquiera asistir a su propia boda. Sin embargo, la familia Castro estaba decidida a casarlo, y terminaron reteniendo a la novia.

Ahora que Rubén había regresado a Costadorada, probablemente se encontraría pronto con esa esposa desconocida.

Lorena había oído esos chismes antes. Se decía que Rubén había disfrutado su libertad en el extranjero, despreciando a su prometida y sin volver al país durante tres años. Esta vez, su regreso probablemente era para divorciarse.

Lorena se calmó rápidamente con un tono sereno.

—Así que eres el señor Rubén.

Rubén ya había regresado al lado de Pedro, soltando una risa fría y cruzándose de brazos: —¿Estás loca?

No era la primera vez que Lorena recibía tal comentario.

Lorena los seguía, y escuchó a Rubén decir: —Mejor veamos primero el cementerio mañana.

Pedro se detuvo en seco, su aura cambió de repente, tornándose más sombría y su silueta parecía aún más desolada.

Lorena se dio cuenta al instante de que probablemente irían a visitar a la señorita Yolanda en el cementerio.

Mientras reflexionaba, notó que las personas delante se habían detenido, y el tono de Rubén de repente se volvió frío.

—Lorena, ¿hasta cuándo piensas seguirnos?

Su frialdad no era fingida, y Lorena incluso sospechaba que si no fuera por la presencia de Pedro, Rubén podría haberle hecho daño allí mismo.

Se giró hacia ella, con una mirada llena de desprecio.

—En este encuentro no te he humillado, ¿crees que nosotros, la familia Castro, olvidaremos lo que hiciste en el pasado?

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