El Arrepentimiento Llega Tarde romance Capítulo 146

Hasta que terminó la reunión social, ella se mantuvo proactiva, colocándose justo detrás de Pedro.

—Jefe Pedro, tengo algo que quiero preguntarle.

En ese momento, los socios empezaron a despedirse con abrazos y se retiraron amablemente, diciendo que los esperarían afuera.

César mostró algo de disgusto, pero por una vez cooperó, y pronto la sala privada quedó solo con ellos dos.

Lorena ya no pudo contenerse.

—Jefe Pedro, si en el pasado realmente hice algo que lo lastimara, por favor, no lo tome en cuenta. Mi papá tiene razón, usted es una persona magnánima. Yo seguramente era muy inmadura en aquel entonces.

Pedro giraba lentamente la copa entre los dedos, sin decir nada.

Lorena se apresuró a tomar la botella cercana y sirvió licor en ambas copas.

—Primero me castigo con tres copas.

El chisme anterior la había dejado completamente descolocada. Si de verdad le había dado una bofetada en el pasado, ese hombre debía tener un carácter increíble para no haberle hecho pagar por ello.

Sirvió la primera copa y se la bebió de un trago, luego la segunda, y enseguida la tercera.

Pedro abrió los labios y su mirada se detuvo en la botella: en la etiqueta se indicaba claramente el nivel de alcohol.

Era bastante alto. Estaba pensada para diluirse, no para tomarse sin preparar.

Incluso alguien con buena tolerancia al alcohol se embriagaría con tres copas.

Lorena sintió una quemazón intensa en el estómago desde la primera copa.

Pero ya había hablado, así que no pensaba echarse atrás.

Al dejar la copa sobre la mesa, esa sensación ardiente pareció subirle directo a la cabeza.

Se apoyó en la mesa a un lado, sacudió la cabeza tratando de mantenerse consciente.

Pero se apoyó con tanta fuerza que la mesa se inclinó ligeramente; al perder el equilibrio, terminó lanzándose sobre él.

Pedro intentó sujetarla, pero ella tenía agarrado el mantel, y para evitar que los restos de comida lo salpicaran, su silla de ruedas se deslizó hacia atrás. En el proceso, la sostuvo con un brazo.

Lorena sintió que todo giraba a su alrededor.

Un segundo después, la silla de ruedas se volcó, y ella terminó sentada sobre la cintura de Pedro.

Él, como siempre, vestía un impecable traje de negocios, pero su camisa ahora tenía dos botones abiertos, revelando una clavícula perfectamente delineada.

Lorena sintió un escalofrío en la espalda. El alcohol se le evaporó al instante.

Justo cuando intentaba levantarse rápidamente, la puerta del privado se abrió de golpe.

Los que estaban afuera, al escuchar el estruendo, entraron preocupados.

Los socios y César aparecieron en la entrada. Todos vieron los platos elegantes esparcidos por el suelo, y no muy lejos, la silla de ruedas volcada... ¡Y Lorena nada menos, montada sobre la cintura de Pedro!

Pedro arrugaba la cara, como si estuviera realmente molesto.

Lorena no sabía cómo defenderse.

Vio cómo Pedro, en silencio, se sujetaba la camisa, tratando de cubrir su pecho bien formado.

Eso solo la hacía parecer aún más culpable.

—No es lo que parece... Estoy borracha.

Los socios, todos con la cara roja por el alcohol, jamás imaginaron ver al jefe Pedro de Grupo Fortaleza en una posición tan vulnerable. En ese momento, se soltaron aún más.

—Estar borracha no es excusa para hacer lo que uno vea. ¡Nosotros los hombres sabemos cómo es esto! Cuando alguien está realmente ebrio, pierde el deseo. Lo que hiciste fue aprovechar el alcohol para armarte de valor y hacer lo que sobria no te atreves.

Lorena sintió que una montaña de culpa se le venía encima. Tardó varios segundos en reaccionar, y de reojo vio cómo César ayudaba a Pedro a levantarse, y luego acomodaba la silla volcada. Desde afuera, Pedro sí parecía la víctima.

Lorena apretó los labios y, sin pensarlo, soltó.

—Entonces... ¿Qué hago? No voy a hacerme responsable, ¿cierto?

Los dedos de Pedro se detuvieron. No dijo nada.

Los socios negaban con la cabeza: —La clásica frase de un hombre canalla...

—Sí, sí. Yo también decía eso cuando no quería que la chica se aferrara después de lo que pasó.

Lorena ya tenía la espalda empapada en sudor frío. Quiso explicar con desesperación, pero César la detuvo.

Se paró a su lado, como si temiera que intentara aprovecharse de Pedro otra vez.

Histórico de leitura

No history.

Comentários

Os comentários dos leitores sobre o romance: El Arrepentimiento Llega Tarde