Conquistando al Hermano de Mi Exnovio romance Capítulo 255

Rosa regresó al hospital con el listado: —Ya está todo listo, vamos...

Pero no había terminado, y al llegar a la habitación, ya estaba vacía.

—¿Dónde está? —Rosa comenzó a buscar por todas partes.

Revisó todos los rincones, incluso la estación de enfermeras, pero no encontró rastro de Angélica. Nadie sabía nada.

A punto de hacer una llamada, su celular recibió un mensaje de Angélica: [Rosita, tengo que irme por un momento, ya me adelanté.]

Rosa: [¿Qué pasó?]

El mensaje fue enviado, pero no hubo respuesta.

¿Qué podía haber ocurrido para que no se despidiera?

Rosa sintió que algo no estaba bien, pensó un momento y luego llamó a Martín.

El auto negro avanzaba por la carretera.

Angélica y Eloísa estaban sentadas en el asiento trasero en silencio.

El conductor se concentraba en manejar, y el ambiente en el auto era denso, con el aire que parecía apretado.

—¿Le dijiste a Martín que vine a buscarte? —Eloísa preguntó de repente, mirando al frente con una actitud digna y elegante.

Angélica sujetaba su celular y se inclinó ligeramente: —No, solo le dije a un amigo que me adelantaba.

Había pensado que señora Eloísa vendría a buscarla. Después de todo, Martín la había salvado una vez más, y, además, él casi resultó herido. Eloísa debía estar muy molesta.

Y también temía que se preocupara por lo que pudiera estar sucediendo entre Martín y ella.

Ahora que la familia Castro había caído, y el matrimonio fallido, Eloísa probablemente la advertiría de no hacerse ilusiones. Aunque Diana ya no estuviera, habría otras opciones.

No sería ella.

Angélica trataba de convencerse a sí misma, pronosticando las malas palabras que escucharía más adelante, para que su corazón no sufriera tanto.

Eloísa la miró de reojo: —Vaya, eres más sensata de lo que parece.

Poco después, el auto se detuvo frente a una casa con un aire antiguo.

Al bajar, Angélica miró la casa con una sensación de familiaridad. Estaba segura de que era la casa Herrera.

Se acercaba a recoger su equipaje, pero el conductor ya lo había sacado del maletero y dijo: —No se preocupe, yo me encargo.

—No, está bien, lo hago yo misma, gracias.

Angélica extendió la mano.

—Deja que Gabriel lo lleve, no debes cargar con peso ahora. —Eloísa comentó, luego la instó a entrar.

Se arrepentía de haber sido tan honesto, no pensó que Eloísa sería tan cruel como para no absolver ni a su propio nieto.

Afortunadamente, había llegado a tiempo.

Eloísa lo miró fríamente: —Entonces, ¿quieres cortar todos los lazos con nosotros?

—Si usted insiste, no tendré otra opción.

Martín tenía la mirada fija, y su tono no dejaba lugar a discusión.

Angélica tiró suavemente de su manga y negó con la cabeza, no quería que él se enfrentara a sus padres por su culpa.

—¿Qué pasa? ¿Por qué todos están parados?

En ese momento, Uriel entró y, al ver a los tres de pie en la sala, preguntó sorprendido.

Martín se giró hacia él: —Papá, Ángela está esperando un hijo mío, me voy a casar con ella, ¿estás de acuerdo?

La noticia sorprendió a Uriel, quien quedó en shock por un momento, y luego reaccionó con asombro y alegría:

—¿Ustedes... Tienen un hijo?

Angélica se sintió algo incómoda, ya que casi nadie en la familia Herrera sabía de su vínculo con Martín, y él lo había dicho tan abiertamente. Su cara se puso roja.

De repente, Uriel soltó una carcajada: —Tu abuelo me dijo que no interfiriéramos en tu matrimonio, que tenías a alguien que te gustaba, ¡y resultó ser Angélica!

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