Rosa regresó al hospital con el listado: —Ya está todo listo, vamos...
Pero no había terminado, y al llegar a la habitación, ya estaba vacía.
—¿Dónde está? —Rosa comenzó a buscar por todas partes.
Revisó todos los rincones, incluso la estación de enfermeras, pero no encontró rastro de Angélica. Nadie sabía nada.
A punto de hacer una llamada, su celular recibió un mensaje de Angélica: [Rosita, tengo que irme por un momento, ya me adelanté.]
Rosa: [¿Qué pasó?]
El mensaje fue enviado, pero no hubo respuesta.
¿Qué podía haber ocurrido para que no se despidiera?
Rosa sintió que algo no estaba bien, pensó un momento y luego llamó a Martín.
—
El auto negro avanzaba por la carretera.
Angélica y Eloísa estaban sentadas en el asiento trasero en silencio.
El conductor se concentraba en manejar, y el ambiente en el auto era denso, con el aire que parecía apretado.
—¿Le dijiste a Martín que vine a buscarte? —Eloísa preguntó de repente, mirando al frente con una actitud digna y elegante.
Angélica sujetaba su celular y se inclinó ligeramente: —No, solo le dije a un amigo que me adelantaba.
Había pensado que señora Eloísa vendría a buscarla. Después de todo, Martín la había salvado una vez más, y, además, él casi resultó herido. Eloísa debía estar muy molesta.
Y también temía que se preocupara por lo que pudiera estar sucediendo entre Martín y ella.
Ahora que la familia Castro había caído, y el matrimonio fallido, Eloísa probablemente la advertiría de no hacerse ilusiones. Aunque Diana ya no estuviera, habría otras opciones.
No sería ella.
Angélica trataba de convencerse a sí misma, pronosticando las malas palabras que escucharía más adelante, para que su corazón no sufriera tanto.
Eloísa la miró de reojo: —Vaya, eres más sensata de lo que parece.
Poco después, el auto se detuvo frente a una casa con un aire antiguo.
Al bajar, Angélica miró la casa con una sensación de familiaridad. Estaba segura de que era la casa Herrera.
Se acercaba a recoger su equipaje, pero el conductor ya lo había sacado del maletero y dijo: —No se preocupe, yo me encargo.
—No, está bien, lo hago yo misma, gracias.
Angélica extendió la mano.
—Deja que Gabriel lo lleve, no debes cargar con peso ahora. —Eloísa comentó, luego la instó a entrar.
Se arrepentía de haber sido tan honesto, no pensó que Eloísa sería tan cruel como para no absolver ni a su propio nieto.
Afortunadamente, había llegado a tiempo.
Eloísa lo miró fríamente: —Entonces, ¿quieres cortar todos los lazos con nosotros?
—Si usted insiste, no tendré otra opción.
Martín tenía la mirada fija, y su tono no dejaba lugar a discusión.
Angélica tiró suavemente de su manga y negó con la cabeza, no quería que él se enfrentara a sus padres por su culpa.
—¿Qué pasa? ¿Por qué todos están parados?
En ese momento, Uriel entró y, al ver a los tres de pie en la sala, preguntó sorprendido.
Martín se giró hacia él: —Papá, Ángela está esperando un hijo mío, me voy a casar con ella, ¿estás de acuerdo?
La noticia sorprendió a Uriel, quien quedó en shock por un momento, y luego reaccionó con asombro y alegría:
—¿Ustedes... Tienen un hijo?
Angélica se sintió algo incómoda, ya que casi nadie en la familia Herrera sabía de su vínculo con Martín, y él lo había dicho tan abiertamente. Su cara se puso roja.
De repente, Uriel soltó una carcajada: —Tu abuelo me dijo que no interfiriéramos en tu matrimonio, que tenías a alguien que te gustaba, ¡y resultó ser Angélica!
Comentários
Os comentários dos leitores sobre o romance: Conquistando al Hermano de Mi Exnovio